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Mostrando las entradas etiquetadas como Literatura

Globos con dedicatoria

  Globos con dedicatoria Ha sido una semana de intensas y prolongadas gestiones administrativas: bancos, administrador, comunidad, Diputación, notaría y algunas más. Son esos lugares que, antes de acudir, te preguntas si habrá alguna forma de evitarlos. Pero al final comprendes que no queda otra, y debes enfrentarte, como si fuera un examen ineludible, a citas, formularios, colas, procedimientos, esperas y todo lo que cada sitio exige. En esos momentos, el mejor antídoto es armarse de paciencia y dejar que la atención se disperse en lo que te rodea: observar los edificios como si fuera la primera vez que entras, leer carteles cuyo propósito, al terminar, te cuesta comprender, y, por supuesto, escuchar las conversaciones ajenas que se deslizan a tu alrededor, a veces con ese tono que parece invitarnos a enterarnos. En mi caso, que suelo escuchar poco, a veces me dan ganas de pedir que repitan, porque no me he enterado. Últimamente, sin mucho entusiasmo, suelo sonreír y encoger los h...

Venancio y la Tomasa

  Venancio y la Tomasa Imagen generada por AI En el Círculo Mercantil de La Línea, hubo un tiempo en que el ajedrez no era solo un juego, sino un espectáculo de ingenio. Allí se dieron cita los mejores jugadores de la provincia, y probablemente de España, como lo demuestran sus participaciones en el Campeonato de España por Equipos e Individual. Pero también hubo momentos de carcajadas. Y casi siempre, en el centro del tablero —y del bullicio— estaba Venancio Gavira. De estatura media, algo regordete, con gafas de sol graduadas, frente despejada por los años y camisa blanca… blanca hasta que la ceniza del cigarro decidía aterrizar en ella, claro. Venancio acudía casi a diario al Círculo, no solo para jugar unas partidas, sino también para soltar sus ocurrencias, tan memorables como sus jugadas. Dividía el mundo del ajedrez en dos tipos de jugadores: — “El buen jugador… y el transportista de madera” —decía, aludiendo a quien solo movía piezas sin mucha idea. Siempre que colocab...

Gotas de Letras- El cartero sabía más que el sobre

  El cartero sabía más que el sobre Edificio de Correos. La Línea- CHIPPI  Hace unos días, con motivo de un trabajo sobre la barriada Príncipe Alfonso de Ceuta, dediqué unas palabras al servicio de correos. Destacaba entonces la labor de Paco “el cartero”, el de toda la vida, aquel que realizaba su tarea muy por encima de lo que el cargo exigía En un entorno urbano complejo, sólo una firme voluntad de servicio permitía completar el reparto con eficacia. En aquellos tiempos, no era raro que los medios se hicieran eco, de vez en cuando, de la entrega de estos trabajadores anónimos. Fue entonces cuando recordé una historia sucedida en La Línea, en 1965, que refleja a la perfección ese espíritu. Ana María del Carmen Rodríguez López, una niña de ocho años residente en Londres, envió una carta a su abuela, doña Carmen López. En el sobre escribió: “C. Aurora, bar La Esteponera, España”. Olvidó algo fundamental: la localidad. Y, sin embargo, la carta llegó a su destino sin demora,...

La mujer del alambre

  La mujer del alambre En Gibraltar, las casas británicas se llenaban de acentos andaluces. Las criadas llegaban desde La Línea o Algeciras con sus pañuelos, sus faldas amplias, algunas con los labios pintados, y un arsenal inagotable de historias que dejaban a las esposas inglesas más tiesas que sus tazas de porcelana. — ¿Y qué hizo el marido? —preguntaba alguna, con los ojos bien abiertos sobre el borde del té. Una de las historias más comentadas fue la de la mujer del alambre . Según contaba una criada con voz ronca de tanto fregar y cantar, un hombre volvió a casa antes de lo previsto y encontró a su esposa enredada con otro en el catre. Sin decir palabra, agarró un palo, la sacudió con furia y, ciego de celos, tomó hilo de cobre y se lo pasó por… bueno, por donde más duele la traición. — ¡Ay, madre! —decían las señoras, llevándose las manos al pecho, sonrojadas, entre horrorizadas y fascinadas. El asunto, claro, llegó a la policía. Pero como fue un crimen pasional —y la provo...

La mujer del purito

  La mujer del purito   (Cuando el pasado se asoma en una calada) El año 1981 fue convulso en España. Por circunstancias que prefiero dejar al margen, me vi obligado a pasar unos días en Madrid. Fueron pocos, pero con demasiadas incidencias, y en un momento dado —sin saber cómo— me encontré con dos periódicos en las manos que me obligaron a dar más explicaciones de las que hubiera querido. Una tarde, paseando por la ciudad, me detuve frente a una señora mayor que vendía tabaco. Sentí el antojo de un purito y se lo pedí. Ella, sin dejar de mirarme, dijo con seguridad: —Eres del sur. Probablemente de Ceuta. Tenía razón. No me sorprendió del todo; un oído fino puede detectar el acento ceutí sin mucha dificultad. Pero su tono no era el de una mujer cualquiera. Seguía siendo elegante, incluso hermosa a su manera. Había en su forma de hablar algo más: inteligencia discreta y experiencia. Charlamos. Me dijo que había trabajado un tiempo en el Campo de Gibraltar, concretamente en...

Gota 3: Fútbol, tiendas... y olvido

  Gota 3: Fútbol, tiendas... y olvido Entrega 3 (Verídica, según cuentan por la comarca) Ocurrió en Marbella, en un partido entre el club local y la Real Balompédica Linense. Como suele pasar en estos encuentros de cercanía, muchos matrimonios aprovechan el evento: ellos ven el fútbol, ellas pasean o se dan una vuelta por las tiendas. Pues bien, terminó el partido, el caballero en cuestión se dirigió tranquilamente a su coche, encendió la radio, repasó la alineación… y emprendió viaje de vuelta a La Línea. Fue al llegar, con el estadio ya lejos y la euforia desinflándose, cuando lo recordó de golpe: se había dejado a su señora en Marbella. Relacionados Gotas de Letras  https://asilocuentocultural.blogspot.com/2025/07/gotas-de-letras-lecturas-que-refrescan.html   https://asilocuentocultural.blogspot.com/2025/07/gota-2-aires-espanoles-en-gibraltar.html   https://asilocuentocultural.blogspot.com/2025/07/la-mujer-del-purito.html

Gota 2. - Aires españoles en Gibraltar

  Gota.2 - Aires españoles en Gibraltar Entrega 2 Cuando sonó Banderita en Gibraltar (Hecho relatado en prensa, año 1938) En 1938, mientras en la península rugía la Guerra Civil, en Gibraltar los días seguían un curso más ceremonial. Uno de los espectáculos más esperados era la salida diaria de la Banda de Música británica tras el cierre de las puertas. La gente se detenía en la Calle Real —arteria principal del Peñón— para escuchar las piezas ejecutadas con precisión marcial y elegancia sonora. Pero aquel día ocurrió algo inesperado. La banda —dirigida por su músico mayor con gesto firme y batuta virtuosa— arrancó con una melodía bien conocida por quienes venían del otro lado de la verja: “Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda…” Las notas de  Las Corsarias , esa canción tan española, rebotaban contra la roca dura del Peñón como si quisieran hacer eco hasta el otro lado del Estrecho. Los rostros cambiaron. Algunos sonrieron con asombro, otros se emocionaron sin ...

Gotas de letras- Lecturas que refrescan- El marqués de la harina

  Gotas de letras- Lecturas que refrescan Entrega 1 El marqués de la harina Relato apócrifo, pero muy posible Según se cuenta —aunque los archivos no lo confirman—, allá por mediados del siglo XIX, un caballero de porte decente y hambre disimulada se presentó en una casa principal diciendo ser el Marqués de la Harina . Aseguraba estar de paso en misión política, víctima de una emboscada fiscal, y que sus baúles llegarían por diligencia en unos días. Durante tres jornadas fue atendido con vino, pan, buenos guisos y conversación cortés. Hasta que un mozo, picado por la curiosidad, preguntó en voz baja: —¿Y dónde está ese marquesado…? El invitado respondió, sin pestañear: —Entre Córdoba y el trigo. Al cuarto día desapareció, dejando como rastro un sombrero gastado y media hogaza. Nadie volvió a verle, pero desde entonces, en la zona, si alguien presume mucho con poco, se dice que “ va de marqués... pero de la harina ”. Relacionados Gotas de Letras  https://asilocuentocul...

Un verano entre el presente y el pasado

  Un verano entre el presente y el pasado Playa del Cristo- Estepona Frente a mí se extiende un amplio margen de pinos inclinados, de un verde intenso, que enmarcan un trozo de mar azul en este caluroso día de verano. Más cerca, una mariposa revolotea inquieta entre las escasas hojas de un geranio, quizá arrastrada por la suave brisa de levante. Esa misma brisa trae el murmullo lejano de miles de bañistas que, como un enjambre pacífico, se posan sobre la cálida arena dorada de la playa del Cristo. En su acceso, frondosas moreras de hojas grandes y dentadas proyectan sombras acogedoras. Apenas unas horas antes, las ondulaciones del mar masajeaban mis piernas, justo por debajo de las rodillas, provocando un cosquilleo que —según dicen los entendidos— es ideal para la circulación. A mi alrededor, cuerpos esculpidos a base de gimnasio se exhiben sin pudor, muchos mostrando tatuajes en cualquier parte del cuerpo. Otros, sin necesidad de moldearse, pasean con naturalidad una belleza inna...

La satisfacción del deber cumplido

  La satisfacción del deber cumplido En estos días, mientras pensaba en temas veraniegos como la playa, el descanso o la desconexión, me vino a la mente una reflexión un tanto inesperada, pero que creo que merece su espacio, siempre que se aborde con el cuidado y la delicadeza que requiere. Vivimos rodeados de profesionales cuya labor es esencial para el funcionamiento de la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en los cirujanos: personas que a menudo trabajan en condiciones extremas, en jornadas maratonianas, con la vida humana literalmente entre sus manos. Intervienen durante horas, a veces regresan al quirófano una y otra vez, luchando contra el agotamiento y la presión emocional. Y sin embargo, rara vez los vemos en redes sociales anunciando sus proezas con frases como: “Hoy he salvado dos vidas” o “Acabo de terminar una operación de ocho horas”. Sucede lo mismo con los arquitectos que diseñan edificios destinados a albergar vidas durante generaciones. Recuerdo, en este contexto, ...

Cuando el saludo se apaga

  Cuando el saludo se apaga Desde mi pequeña habitación, rodeado de los libros que he elegido para que me acompañen, dos cuadros, y una vitrina con mis recuerdos más valiosos —diría que sagrados—, esta mañana, a través de la ventana, observo a las golondrinas. Me parecen especialmente revoltosas, interpretando un baile de movimientos y piruetas que casi siento dedicados a mí, mientras emiten esos trinos parecidos al griterío de los niños cuando juegan, unos tras otros. Hace unos días visité a un amigo nonagenario. Fue un gran dibujante, que abordó distintas temáticas —las capturaba con una precisión casi reverente— y durante muchos años su trabajo fue celebrado. Hoy, ya no puede dedicarse a lo que más ama, porque apenas puede ver los trazos. “Lo que más me duele no es que ya no pueda dibujar”, me dijo con voz pausada, “sino que ya nadie me saluda”. No lo dijo con amargura, sino como una constatación melancólica de estos tiempos. Era una reflexión sobre los vínculos humanos, que...

El maestro de La Línea que enseña a soñar

  El maestro de La Línea que enseña a soñar Alumna de Jose durante la lectura Amanece más temprano, el sol se asoma bajo un cielo que parece mantener en la altura una capa transparente, como si ejerciera de filtro, avisando de que el día se presenta con temperaturas en ascenso, aunque aún con un cierto margen. En este contexto, los pasos se acortan y se suceden más lentos. El olor a mar impregna grandes áreas de las ciudades costeras, en un anuncio y llamada a juguetear entre las olas. Las vestimentas se aligeran y el color de las telas se intensifica; es como si el ser humano hubiera copiado a la naturaleza y mostrara su esplendor. Los amaneceres, como bien dijo mi amiga Carmen Lavado, invitan “a ver la vida mientras paseas por ella”. Y mientras el verano comienza a desperezarse, hay un lugar donde se huele más que el mar: en las puertas de los colegios, el aire sabe a despedida. Los niños entran y salen de clase con un entusiasmo contenido. Parece como si ocultaran algún rega...

Cuando el alma mira por la ventana

  Cuando el alma mira por la ventana Cuando el alma mira por la ventana Hace una tarde-noche que despierta el apetito de soñar. La luna aparece sigilosa en un cielo acompañado de algunas estrellas, unas con más intensidad que otras. En el parque hay pocas personas; algunas transcurren con un caminar sosegado, y nos saludamos. Miro y me siento en un banco recientemente pintado de marrón. Frente a mí, un regalo: un exuberante árbol de magnolias, con grandes y preciosas flores blancas. Cerca, sobre el suelo, se extiende un manto de flores amarillas. Mi mente salta de una escena a otra, de un lugar a otro, de un periodo a otro, como los pajarillos inquietos que trinan sus pegadizos y elegantes cantos de rama en rama. Mientras tanto, con la mirada hago continuos barridos por sectores que quedan grabados en no sé qué rincón de la memoria. A los pocos minutos, se fija en primer plano una historia que escuché hace muchos años. Fue hace unos veinte años, contada por teléfono. Entonces no ex...

La ternura de sus pasos

  La ternura de sus pasos Hay escenas que el mundo no anuncia, pero que detienen el corazón. Caminan despacio, casi sin ser notadas, pero dejan una huella profunda. A veces, basta una imagen sencilla para recordarnos lo esencial: el cuidado, la persistencia, la ternura. Esta es una de esas escenas. La ternura de sus pasos Nada en la calle me conmueve tanto como una pareja de ancianos cogidos de la mano. Es un cuadro vivo, una obra maestra discreta que el azar coloca en mi camino. Ningún ornato de la ciudad puede compararse con él; nada alcanza su encanto, por muy reconocido que sea su autor. Es imposible llegar a su ternura. Es como admirar una creación genuina y natural, moldeada por una conciencia superior. Cuando caminamos en la misma dirección, mi admiración es tal que me quedo unos pasos atrás, durante largo rato, contemplándolos. Es curioso cómo, sin conocernos ni cruzar una sola palabra, empiezo a trazar una imagen de la pareja. Lo adivino por su forma de vestir, por su cuid...

La Edad del Silencio

  La Edad del Silencio No voy a dedicar estas líneas a la naturaleza, a esa flora exuberante que tanto me gusta describir, a esas tonalidades verdes o a esa variedad de plantas de colores que me proporcionan tantos placeres visuales. No. Voy a intentar convertir en letras las palabras, semblantes y pensamientos cada vez más frecuentes que unas veces se manifiestan en el rostro como espejo del alma, otras se disimulan, y la mayoría se sufren en silencio. Pocas veces hablamos del miedo que llega con los años. No el miedo a la muerte —ese, dicen, se va apaciguando con los días—, sino al desvanecimiento lento, al olvido de uno mismo. A despertarse una mañana y descubrir que no encuentras la palabra exacta para decir “llave”; o que lo que antes hacías sin pensar, ahora requiere concentración y esfuerzo; o que ya no bajas del vehículo como antes y necesitas un apoyo para subir al autobús. Esas pequeñas cosas cotidianas que, cuando se es joven, pasan inadvertidas. A todo lo anterior no ...

Sombras luminosas en la Plaza de Las Marojas

  Sombras luminosas en la Plaza de Las Marojas Plaza de las Marojas Paso las hojas suavemente mientras elevo la mirada hacia el tropel de flores violetas de la buganvilla. Me rodean como si formaran parte de un obsequio. Las maderas de la marquesina se sienten abrazadas con ternura y proyectan, hacia su invitado —sentado en un banco de hierro forjado negro—, una luminosa sombra. El ensordecedor silencio de la plaza de Las Marojas, cercada por casitas de una o dos plantas, invita al sosiego y al enorme placer de la lectura en esta maravillosa tarde de primavera. Me siento completamente libre tras haber desconectado al controlador y espía telefónico, ese lobo silencioso con traje multicolor de servicio. Me abandono al paseo por las líneas de El mundo insomne , de mi admirado Stefan Zweig, que me acompaña desde la juventud y me ha enseñado tanto sobre personajes y entresijos de la historia. Pienso en lo uniforme que se ha vuelto el mundo: en la forma de vestir, de sentir, de hablar,...

Conocimiento o decadencia: elegir desde lo local

  Conocimiento o decadencia: elegir desde lo local Han sido unos días memorables para mí, en cuanto a conversaciones y reencuentros con personas que veo a menudo y otras que hacía años no trataba. Lo sé porque el día ha brillado con una luz distinta, más cálida que la habitual. Hemos conversado mucho, recordado momentos compartidos y, mientras tanto, he terminado de adecuar el espacio que dedico al estudio. Lo hice colgando un cuadro que significa mucho: representa a quienes me dispensaron una esencia de cariño, mostraron constancia y apoyaron las buenas ideas. En mis pequeñas paredes solo cuelga una imagen de Ceuta y este entrañable regalo, con sus firmas en el reverso. Entre los temas que surgieron en esas conversaciones —aunque suelen evitarse en lo cotidiano— apareció uno que considero esencial : el lugar que ocupa el conocimiento en nuestras comunidades . No hablo solo de títulos universitarios ni de eventos culturales. Me refiero a algo más profundo: una relación seria, coti...