Historia y vida de la Barriada Príncipe Alfonso - Ceuta Capítulo XII. Oficios e industria y comercio: el trabajo en la barriada - Tercera Parte
Historia y vida de la Barriada Príncipe Alfonso - Ceuta
Capítulo XII. Oficios e industria y comercio: el trabajo en la barriada - Tercera Parte
Tercera Parte: Transporte, servicios y desarrollo
Minas
Aunque la minería no llegó a consolidarse como una actividad económica significativa en la barriada del Príncipe, existen al menos dos referencias oficiales en las actas municipales que permiten intuir ciertos movimientos en torno a la exploración de recursos minerales en la zona, concretamente mineral de plomo.
29/08/1946: Se registra la solicitud de don Rafael Pérez Reina, domiciliado en Tetuán, para la exploración de 21 hectáreas bajo el nombre de "Príncipe", ubicadas en el barrio del Príncipe, dentro del término municipal de Ceuta.
15/11/1951: Se tramita otra solicitud de don Avelino Méndez Martínez, vecino de Ceuta, para un registro minero de investigación titulado "Virgen de África", con una extensión de 65 hectáreas, abarcando los parajes de Almadraba, Príncipe y Regulares.
Estos apuntes permiten suponer que hubo interés por parte de particulares en la prospección o explotación de vetas de plomo en las inmediaciones del barrio, posiblemente en zonas poco urbanizadas o de difícil acceso en ese momento.
Memoria local
En conexión con estos documentos, persiste en la memoria del vecindario el recuerdo de un túnel de considerable tamaño cerca de los pisos Juan Díaz, cuya entrada mostraba una construcción en piedra. Aunque no existe confirmación oficial sobre su origen o propósito, podría tratarse de una galería vinculada a esos trabajos de prospección minera, o bien una infraestructura de otro tipo (refugio, almacén, etc.), cuyos usos se han perdido en el tiempo.
Este rastro fugaz de minería en la barriada sugiere una historia subterránea, tanto en sentido literal como figurado, de expectativas económicas que no llegaron a materializarse pero que dejaron una huella en el paisaje y en la memoria del lugar.
Serrería y Carpintería
En la barriada del Príncipe, la carpintería fue una actividad artesanal de gran presencia y utilidad cotidiana. Su desarrollo no se limitó únicamente a talleres formales, sino que también se expresó a través del trabajo doméstico y ambulante, muchas veces impulsado por la economía de subsistencia de las familias.
En la calle Rafael Orozco funcionaba una serrería que dio empleo a varios vecinos del barrio. Entre los trabajadores que allí se recuerdan destaca Enrique Manzano, aunque no fue el único. Esta serrería posiblemente abastecía tanto a carpinteros como a pequeños constructores, contribuyendo al autoabastecimiento del vecindario.
Otra carpintería más pequeña estaba ubicada en la zona de la Escalerilla, aunque el oficio también era ejercido de forma autónoma por numerosos vecinos. Un ejemplo de ello es la actividad de mi propio padre, quien construía artesanalmente taifos (mesitas bajas utilizadas tradicionalmente por las familias musulmanas), lavaderas y otros útiles de madera, en una clara expresión de saberes populares y funcionales. Estas piezas eran después vendidas puerta a puerta, recorriendo la barriada.
Durante un tiempo también fabricaba canastas específicas para el transporte del pan, destinadas a la panadería de Antonio Ruiz. Este encargo se mantuvo hasta que esos utensilios fueron reemplazados por recipientes de otros materiales más modernos, marcando el inicio de una transición tecnológica en el pequeño comercio local.
La actividad carpintera, en su conjunto, representa uno de los oficios más versátiles y profundamente ligados a la vida cotidiana del barrio, donde la madera era más que un material: era sustento, mobiliario, infraestructura y, en muchos casos, obra de manos vecinas.
Trapería
Dentro de las
actividades comerciales de la barriada del Príncipe, también
existió el oficio de trapero, dedicado a la compra, venta y
reciclaje de ropa usada, telas, cuerdas y otros materiales textiles.
Uno de los nombres documentados es el de Chaib Ben Mohamed, quien el 13 de mayo de 1954 figura como titular de una trapería en el Príncipe. Este tipo de negocio era habitual en barriadas con fuerte carácter obrero y popular, y cumplía una doble función: económica —al ofrecer productos reutilizados a precios accesibles— y ambiental, en un sentido muy anterior a las actuales ideas de sostenibilidad, al alargar la vida útil de materiales textiles.
La trapería formaba parte de ese ecosistema de oficios humildes pero esenciales que sostenían el día a día del barrio y que, aunque poco visibles en ocasiones, eran reflejo de la capacidad de adaptación y aprovechamiento de los recursos disponibles por parte de sus habitantes.
En este sentido, quizá el personaje que todos nuestros lectores recuerden sea aquel musulmán que recorría la barriada con un canasto repleto de platos, y se daba a conocer con la palabra ¡cambio!, aunque él la recortaba diciendo ¡ambio!. Vasos y otros utensilios completaban su repertorio. Nuestras madres sacaban ropas de todo tipo que ya no usábamos, él las revisaba con paciencia y ofrecía un intercambio: un plato, dos, una espumadera... y así hasta cerrar el trato.
Taxis
El acceso al transporte público motorizado en la Barriada del Príncipe comienza a documentarse en los años 50. Hasta entonces, los desplazamientos hacia el centro de Ceuta y otras zonas solían hacerse a pie o en medios colectivos rudimentarios.
El 27 de marzo de 1952, se acuerda por primera vez la instalación de un coche de servicio público (taxi) con parada en la Barriada, siendo propiedad de don José García Trespalacio. Este gesto representa un intento temprano por mejorar la conectividad del barrio y facilitar la movilidad de sus vecinos, algo especialmente necesario en una barriada con expansión acelerada y aún deficiente en infraestructuras.
Sin embargo, apenas dos meses después, el 22 de mayo del mismo año, se desestima una nueva petición del mismo solicitante para dedicar otro automóvil al servicio público con parada también en el Príncipe. Las razones del rechazo no se detallan, pero podrían deberse a cuestiones administrativas o limitaciones del reglamento de transportes en la época.
Estos registros reflejan los primeros pasos hacia una estructura de movilidad urbana más moderna, aunque aún muy limitada en comparación con el resto de la ciudad.
Transportes
Los servicios de transporte en la Barriada del Príncipe, especialmente en las primeras décadas del siglo XX, estaban ligados al traslado de materiales para obras y suministros básicos, más que al transporte de personas.
Un documento del 25 de julio de 1935 recoge que don Luis Couceiro fue adjudicatario del transporte de materiales durante el segundo semestre de ese año. El contrato fijaba el porte en cuatro pesetas por viaje y el suministro de piedra a seis pesetas con cincuenta céntimos por metro cúbico, un indicador del tipo de materiales necesarios para las obras de urbanización incipiente.
A nivel local, también se recuerda que José “el panadero”, padre de Manolín, y Antonio Martínez, el padre de Paulino, se dedicaban al transporte con camiones propios, posiblemente en trabajos de acarreo para obras, panaderías u otros servicios comunitarios. Estos vecinos fueron figuras esenciales en el abastecimiento diario de la barriada, en una época donde la infraestructura vial y los medios públicos eran escasos o inexistentes.
Su labor, más allá del simple transporte, tejía una red informal de apoyo logístico que sostuvo parte de la actividad económica del barrio durante años clave para su crecimiento.
Ocio
La barriada del Príncipe, aunque marcada por la sencillez y el esfuerzo diario de sus vecinos, también contó con pequeñas pero significativas iniciativas dedicadas al ocio, que ofrecían momentos de esparcimiento y disfrute, especialmente para los más pequeños o con motivo de festividades.
Entre las iniciativas documentadas en las actas municipales, destacan:
07/08/1941 – Se autoriza a don Juan Moreno Calero para instalar unas norias y cunas infantiles en el sitio detrás de los jardines del Capitán Ramos y las barriadas, lo que suponía una atracción notable para la infancia de la época.
16/10/1941 – Se aprueba el escrito de don Ignacio Arenillas solicitando instalar tres columnas cineparlantes de la Compañía Española de Propaganda, Industria y Cinematografía en distintos lugares de la ciudad. Aunque no consta que se colocaran en el Príncipe, da muestra de los primeros intentos por incorporar entretenimiento sonoro.
23/03/1950 – Se autoriza a don Francisco Alba García a instalar un puesto de venta de bisutería durante las fiestas de Navidad y Reyes. Se especifica que debería hacerlo en alguna de las barriadas del exterior, señalándose como adecuada la del Príncipe, lo que denota que en estas fechas se generaba cierto movimiento festivo y comercial en la zona.
29/05/1952 y 05/07/1952 – Aunque referentes a otras barriadas (Jadú y calle Amargura), se anuncian aperturas de cinematógrafos de verano, que probablemente también beneficiaban indirectamente al vecindario del Príncipe al ofrecer espacios de ocio cercanos y accesibles.
26/10/1961 – Se menciona información relativa al Parador Turístico, lo que indica el inicio de proyectos de carácter más institucional o turístico en la ciudad.
29/11/1962 – El Ayuntamiento acepta cooperar con la Dirección General de Radiodifusión y Televisión para instalar un poste repetidor de televisión en las proximidades del Fuerte Isabel II. Esta mejora en las comunicaciones televisivas se entiende como un paso hacia una mayor oferta cultural y de entretenimiento doméstico para toda la ciudad, incluido el Príncipe.
Más allá de estas iniciativas oficiales, la vida cotidiana en el Príncipe también estaba llena de momentos de encuentro vecinal. Era común que las familias se reunieran para jugar a la lotería, especialmente en invierno dentro de alguna vivienda, o en verano al caer la tarde en los patios y aceras.
Los juegos callejeros marcaban el pulso de la infancia. Niños y niñas encontraban diversión con un repertorio amplio, que cambiaba con las estaciones. Los niños jugaban al rescate, malastiro, canicas, fichas, al hoyo, al trompo, escondite, pañuelo, al arco, fútbol, guerrillas y muchos otros. Las niñas, por su parte, disfrutaban del piso, la comba, el elástico, el aro, el escondite, las mariquitinas, los cromos y juegos inventados al paso. Lo más significativo era la convivencia: musulmanes y cristianos participaban juntos, en armonía, compartiendo el espacio lúdico sin distinciones.
Uno de los juegos más emblemáticos y singulares era el de las damas, practicado por los hombres mayores musulmanes con gran maestría. Cada tarde, se reunían al aire libre, especialmente en el bordillo frente a la tienda de Sebastián y Rosa. Allí, en el suelo, tenían marcados tableros de damas: los cuadros oscuros dibujados con cáscaras de naranja o limón sobre el cemento, que con el tiempo habían dejado huellas permanentes, desgastadas por el uso. En ese tramo de acera llegaban a convivir cuatro o cinco tableros, rodeados de jugadores y espectadores. Cada jugador utilizaba piedrecillas u otros pequeños objetos como fichas, y en ocasiones las partidas se disputaban con tal rapidez que apenas se distinguían las manos en movimiento. El nivel de habilidad y concentración era tan alto que el juego se convertía en un espectáculo digno de admiración.
Estas escenas cotidianas reflejan que, aunque modestas, las propuestas de ocio formaron parte esencial de la vida en la barriada. Vinculadas muchas veces a celebraciones religiosas o populares, ferias temporales o pequeños avances tecnológicos, estas experiencias contribuyeron a crear comunidad y enriquecer la vida social de un entorno urbano periférico que supo encontrar en la convivencia y la creatividad su mejor forma de esparcimiento.
Conclusión
El análisis de estos documentos revela cómo la Barriada del Príncipe, lejos de ser un simple asentamiento periférico, constituyó un espacio complejo y activo que, con el apoyo municipal y la iniciativa de sus habitantes, logró un desarrollo integral en el plano comercial, industrial y social durante la mitad del siglo XX. Este crecimiento no solo se manifestó en la apertura y regulación de comercios e industrias, sino también en la mejora progresiva de la infraestructura y los servicios públicos.
Esta realidad, a menudo oculta por visiones simplistas del barrio, nos invita a reconsiderar su importancia dentro del entramado urbano y económico de la ciudad. La Barriada del Príncipe fue, sin duda, un ejemplo de cómo un barrio puede desarrollar una economía propia, compleja y adaptada a su tiempo, que sustentó no solo a sus habitantes sino que también contribuyó al desarrollo urbano y social de la ciudad en general.
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José Pozo: nombras un juego que era muy popular y entretenido para mayores y pequeños ¡ La Lotería! En mi casa jugábamos mucho por las tardes. En invierno , las tardes noches, eran muy oscuras y había que entretenerse ,y la televisión aún no había llegado a la Barriada . Recuerdo que los bolillos se metían en una bolsa de tela y se sacaba las que cupiera en el puño de la mano , y cuando alguien gritaba ! A una ! ( Hoy linea) Se comprobaba y se sacaba los bolillos, de uno en uno y se continuaba hasta hasta que completaban el cartón y gritaban ¡alto ! Pero lo más divertido para los más pequeños era como cantaban los números. ¡ Todos los números tenían "motes " 22 los dos patitos 44 las monjas 55 guardias civiles 90 el abuelo 17 la salvaora 2 el otro etc etc
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