Balona: crónica de una tristeza anunciada
Gradas Estadio Municipal de La Línea |
Reconozco que el fútbol no me interesa más que en su aspecto histórico, algo de su aspecto deportivo y mucho de su influencia social. Por eso, quizá este escrito solo interesará a los menos. A aquellos que saben ver en un equipo de fútbol algo más que resultados. Y que saben también que perder partidos no siempre es lo más doloroso. A veces, lo que realmente duele es ver cómo se apaga el vínculo entre un club y su gente.
En estos días, y especialmente después de la derrota en casa frente al Jerez, he conversado con personas que entienden de fútbol. Gente que ha seguido durante años a la Real Balompédica Linense, que ha vivido alegrías y frustraciones, y que ahora —dolorosamente— baja los brazos. Lo que me cuentan es desolador: que los jugadores, salvo un par de excepciones, no tienen el nivel; que han pasado tres entrenadores, lo que ya no permite culpar solo al banquillo; que el juego es tan pobre que el equipo apenas cruza el medio campo; que su única propuesta son los balonazos; y lo que es peor: que ya no creen. Que no ven salida. Que han decidido no volver al campo.
Más allá del resultado
Lo que ocurrió el pasado fin de semana no fue solo una derrota más. Fue algo simbólico: la afición visitante, la del Jerez, se permitió el lujo del “recochineo” en nuestra casa. Un gesto que, más allá de la rivalidad deportiva, revela la percepción que los demás tienen de nosotros. Ganada a pulso con tantas derrotas esta temporada en nuestro propio estadio. Y eso, para quienes han sentido la Balona como una bandera, duele como una traición.
Una comunidad herida
No se trata solo de descender o no. Se trata de lo que se pierde en el proceso. La Balona ha sido durante décadas un símbolo de resistencia, de orgullo local, de identidad. En un rincón del sur tantas veces olvidado, el fútbol era uno de los pocos espacios en los que podíamos mirar a otros de igual a igual. ¿Qué pasa ahora que eso también parece tambalearse?
¿Y ahora qué?
Lo que viene, si se confirma el descenso, no será fácil. El regreso a categorías inferiores, a la regional, será un golpe fuerte. Pero quizá también sea una oportunidad: para repensar el club, para reconstruir desde lo esencial, para volver a formar un equipo que juegue no solo por contrato, sino por conexión. Donde los calificativos innecesarios dejen paso a expresiones ilusionantes. Donde una crónica se convierta en lazo de comunidad, y no en otro instrumento de rivalidad vacía.
Y a quienes han decidido no volver más al campo esta temporada, los entiendo. A veces, hay que tomar distancia para que el afecto no se convierta en rencor. Pero también creo que el silencio de las gradas será otro síntoma, otra señal de alarma. Porque si la Balona deja de importar, entonces sí que se habrá perdido más que una categoría.
Una reflexión final
No escribo esto para sentar cátedra. Lo escribo como lo siente uno que, sin saber mucho de fútbol, sí sabe algo de la importancia de no dejar morir lo que nos une. Y la Balona, en esa ciudad y en ese campo de sentimientos, es una de esas cosas.
En este punto, todos han abandonado a la
afición: el equipo, el gerente, la dirección… Todos la han dejado
sola, quizá pensando aquello del Sha de Persia cuando le propusieron
asistir a una carrera de caballos:
“¿Para qué? Ya sé
que un caballo corre más que otro. Me es indiferente cuál.”
Queridos amigos recuerden: Real Balompédica Linense
Pues para no saber, me parece que es uno de los mejores comentarios que he leído
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