Historia y vida de la Barriada Príncipe Alfonso Capítulo XII. Oficios e industria y comercio: el trabajo en la barriada - Segunda Parte
Historia y vida de la Barriada Príncipe Alfonso - Ceuta
Capítulo XII. Oficios e industria y comercio: el trabajo en la barriada - Segunda Parte
Cortesía de Paulino Quintero- De izquierda a derecha: Manolo Quintero, Adolfo Heredia, Molina, mi primo Santiago Chippirraz y Manolo Capote.
Segunda Parte: Comercio, alimentación y espacios del día a día
Bares
Desde fechas tan tempranas como 1929, la documentación recoge la presencia de establecimientos de bebidas en la zona, como el café económico de Miguel Gómez o la barraca de vinos de Juan García del Río. En los años treinta y cuarenta aparecen nombres como Juan Carrasco Moreno, Sama Ben Mohamed en el Café Bartolo, o José Harillo Borrego, entre otros. En 1954, por ejemplo, consta el traspaso de un bar en la calle B nº 3 del Príncipe, adquirido por Francisco García Morales a Triburcio Borbolla Trespalacios, dueño del conocido "Casa Tiburcio".
Durante las décadas de los cincuenta a los setenta, la vida social giraba en buena parte en torno a estos bares. Los Porrones era uno de los más populares: contaba con una mesa de billar que congregaba a los hombres del barrio entre charlas, carambolas y pequeños vasos de vino. Los niños merodeaban recogiendo chapas de cerveza para jugar, o apuntando las puntuaciones del billar sobre el borde de la mesa, era propiedad de Manolo "el Carnicero"; y también Liberto, posteriormente regentado por Pepa y Juanichi, donde se jugaba al dominó y a las cartas. Frente al estanco de Piñero, el bar de Manolo era otro punto habitual de encuentro, pero algo más pequeño.
Además, algunas tiendas habilitaban un pequeño espacio para servir bebidas, como la de Francisco Moreno o la de Arturo Navas. Incluso, por un tiempo breve, llegó a funcionar otro bar en Maestra Jaén. Estos lugares no solo ofrecían bebida, también eran puntos de encuentro comunitario, donde el trato cotidiano tejía relaciones sólidas y duraderas.
Cafetines
En la Barriada del Príncipe se autorizó la apertura de varios cafetines morunos en la década de los cincuenta, entre ellos los de Kaddur Ben Hamed, Mohamed Ben Mohamed Ben Amar y Buchaid Ben Mohamed Dukali. El más popular era el Cafetín de Mojito, situado en la calle San Daniel, era muy frecuentado por cristianos pues hacía un te extraordinario y un ambiente muy acogedor. Allí acudía casi a diario Antonio Benama y mi padre, además de otros amigos. Otros destacados estaban en la esquina de la escalerilla, donde se jugaba mucho al dominó; frente a la Legión, en el ángulo; y en la calle Maestra Jaén.
Cafetería
El 22 de diciembre de 1955 se registró a don José Harillo Borrego como titular del establecimiento dedicado a café ubicado en la Barriada del Príncipe, Grupo “C” número 1.
Kioscos
Los kioscos fueron una presencia constante y característica en la barriada del Príncipe Alfonso desde principios del siglo XX. Estos pequeños establecimientos, generalmente de estructura sencilla, ofrecían productos variados como prensa, golosinas, tabaco, refrescos y otros artículos cotidianos. Su papel fue esencial en la vida del barrio, tanto como puntos de encuentro como por la utilidad de su servicio.
Las actas municipales recogen algunas de las primeras autorizaciones, que marcan el inicio formal de estas instalaciones:
03/04/1930 – Se autoriza a Alí Ben Mohamed a instalar un kiosco en la barriada del Príncipe.
13/11/1930 – Se autoriza a doña María Jiménez a instalar otro kiosco.
27/09/1934 – Se vuelve a conceder autorización a María Jiménez López para construir un kiosco, posiblemente una mejora del anterior.
No todas las solicitudes fueron aprobadas. Por ejemplo:
28/10/1937 – Se desestima la petición de Abselan Ben Hami Esmori, quien solicitaba construir un kiosco en la plaza de la barriada.
Ya en la posguerra, se regularizan traspasos y compensaciones:
22/05/1941 – Se autoriza el traspaso del kiosco de Ángel Sánchez Sánchez a Ángel Sabaté Nómen.
20/10/1949 – Se conceden indemnizaciones por la demolición de varios kioscos:
Mohamed Ben Mohamed Daeu: 2.420 pesetas.
Ángel Sabaté Nómen: 1.500 pesetas.
Hamed Ben Bermisa: 1.500 pesetas.
Estas compensaciones reflejan probablemente una reordenación urbanística o de infraestructuras en la zona.
No todas las iniciativas prosperaron. En 1953, fue desestimada la petición de don Juan José Borrás para instalar un quiosco en la calle Rafael Orozco.
Además de los kioscos citados en las actas, el vecindario recuerda con especial cariño algunos nombres emblemáticos que dejaron huella:
El Tanyagui, muy popular entre pequeños y mayores por sus maravillosas pipas de girasol.
Paco Cuadro, conocido por su trato cercano y familiar.
Y otro más, situado en la plaza de la Iglesia, que era un punto habitual de reunión y abastecimiento.
También era especialmente esperada la temporada de castañas, madroños y otros productos. Tarifa, con su minusvalía, año tras año, se colocaba entre los dos carrillos de Paco y Tanyaui, y armaba su anafre para ofrecer las riquísimas castañas asadas.
Así, los kioscos del Príncipe no solo ofrecieron productos, sino que también formaron parte del paisaje social, económico y emocional de varias generaciones del barrio.
Pastelería
La tradición repostera en la barriada del Príncipe fue tan diversa como entrañable. Aunque no todas las iniciativas quedaron recogidas en actas oficiales, la memoria colectiva nos ofrece una imagen rica en sabores, costumbres y personajes que marcaron época.
Una de las pastelerías más recordadas fue la propiedad de Manolo el carnicero, situada en la calle Rafael Orozco, justo frente a la plazoleta. Este establecimiento ofrecía dulces que se convirtieron en parte del día a día de los vecinos.
También era habitual la figura del vendedor ambulante de dulces. Destacaban especialmente:
El musulmán del canasto, que se situaba en la plazoleta y vendía dulces tradicionales.
El señor Roque, quien recorría la barriada con un canasto lleno de pasteles, acercando la repostería a todos los rincones.
El 04/08/1949, el Ayuntamiento desestimó la petición de Rafael Alcauza Forte, quien había solicitado permiso para instalar un puesto de repostería en la calle A, número 18, lo que evidencia que existía interés por desarrollar pequeños negocios pasteleros en la barriada.
Cerca de la misma plazoleta, existía además un kiosco que, aunque no siempre dedicado exclusivamente a ello, en ocasiones vendía repostería árabe, incluyendo una delicia inolvidable: la chuparquía, considerada por muchos como la mejor que se podía degustar. Se elaboraba en dos variedades, siendo especialmente valorada una que tenía forma de celosía, tanto por su sabor como por su presentación artesanal.
Más allá de los puntos de venta concretos, cabe destacar que las mujeres musulmanas del Príncipe eran extraordinarias reposteras, reconocidas por la calidad y variedad de dulces que preparaban en casa, no solo en celebraciones religiosas o festividades, sino también como parte de la tradición culinaria diaria.
Panadería
La panadería fue una actividad esencial en la vida cotidiana del Príncipe. Desde las primeras décadas del siglo XX, el establecimiento de hornos y despachos de pan acompañó el crecimiento de la barriada, atendiendo tanto a la comunidad cristiana como a la musulmana, que conservaba sus propias tradiciones, como la elaboración de las populares tortas redondas.
Los documentos municipales dan testimonio de múltiples iniciativas vinculadas a esta actividad:
08/12/1927 – Se autoriza a Sebastián Ramírez para instalar un horno en la parcela del Príncipe Alfonso.
14/03/1929 – Autorización a Bartolomé Harillo para construir un horno.
07/05/1942 – Se permite a Jamú Ben Amar Yamina construir un local y horno para atender a la población musulmana trasladada desde el Ángulo.
14/05/1942 – Se concede a Jamú Ben Amar una indemnización por el traslado del horno desde el Ángulo al Príncipe.
28/02/1951 – Se concede a Brahim Ben Mati Susi permiso para el funcionamiento de su panadería, ya instalada.
10/05/1951 – Se autoriza el traspaso de la panadería de la calle H, n.º 6, de Miguel Casas a Antonio Ruiz González.
Ese mismo día, se permite a Mohamed Ben Al-lal Riffi sustituir su barracón en la calle Rafael Orozco por un local de panadería con vivienda.
También en esa fecha, Antonio Ruiz González solicita cambiar el despacho de pan de la calle G, n.º 3, a la tienda de la calle B, n.º 2.
12/07/1951 – Se desestima la petición de María López Segura para vender pan en la barriada.
30/08/1951 – Se legaliza la panadería de Hacsmi Ben Dris Zarhoni, que venía elaborando pan desde hacía años.
17/01/1952 – Se autorizan nuevos despachos a Larbi Ben Dris Zarhoni y Rafael Álvarez Aleu (en Príncipe D, 7 y Grupo C, 1).
26/05/1955 – Se concede autorización a Ufapance para instalar un despacho de pan en la calle B, núm. 1.
16/06/1955 – Nueva autorización a Ufapance para instalar un despacho en Rafael Orozco, núm. 10.
11/08/1955 – Se autoriza a los señores García y Marfil a instalar un despacho frente al Comedor del Auxilio Social.
En conjunto, estas autorizaciones y traspasos evidencian una red de hornos y puntos de venta que crecieron al ritmo de las necesidades del vecindario. La panadería en el Príncipe no solo cubría una necesidad básica, sino que también se convirtió en parte del paisaje cotidiano, un punto de encuentro y un reflejo de la convivencia entre culturas.
Pesca
La barriada del Príncipe, aunque alejada de la imagen tradicional de pueblo pesquero, contaba con una notable presencia de familias vinculadas al mar. Durante los años 50 y hasta mediados de los 60, existió un varadero junto a la desembocadura del Río de las Bombas, donde se realizaban tareas de limpieza de cascos y pequeñas reparaciones en embarcaciones de distintos tamaños. Era un lugar de actividad constante, muy presente en la vida cotidiana del vecindario.
Algunos vecinos también trabajaron en actividades vinculadas a la pesca en otros puntos de la ciudad, como la fábrica de salazones en la Almadraba, donde tanto hombres como mujeres del Príncipe encontraron empleo.
A continuación, se recogen documentos relacionados con la actividad pesquera y sus implicaciones en la vida de la barriada:
26/04/1934 – Se comunica a la Subdelegación de Pesca de Tarifa que el jornal de un bracero en esta localidad es de 6,75 pesetas, lo cual sirve de referencia en el sector pesquero.
01/01/1942 – Se emite informe favorable en relación con la solicitud de don Alfredo Ara Otal para obtener licencia de exploración y explotación de esponjas marinas en el tramo comprendido entre Punta Almina y Chafarinas, a instancias del Comandante Militar de Marina.
04/05/1944 – Se menciona la fábrica de salazones en la Almadraba, donde vecinos del Príncipe trabajaban en el procesado del pescado.
02/06/1949 – Se informa de que don Ramón de Carranza y Gómez solicita implantar una industria para la construcción de cascos y embarcaciones pesqueras destinados a sus almadrabas, en la Playa de la Ribera. El Ayuntamiento, al considerar esa zona reservada para paseo marítimo, solicita un informe técnico para determinar si corresponde formular oposición a la instalación.
El trabajo en el mar y los oficios asociados formaban parte del entramado económico de muchas familias, y aunque no fue la ocupación principal en la barriada, tuvo un impacto significativo en su historia y desarrollo.
Mercado y Puestos
Antes de la construcción del Mercadillo del Príncipe, el mercado se desarrollaba de forma espontánea en espacios abiertos de la barriada, probablemente en la plazoleta, que actuaba como punto de encuentro para la venta ambulante de frutas, verduras, pescado y otros productos básicos.
Ya en 1941, existen autorizaciones para construir o reparar puestos y kioscos en la plaza central del barrio, lo que evidencia la existencia de un mercado informal pero dinámico.
Construcción del Mercadillo
17/01/1946: Se aprueba el gasto derivado de la habilitación de la plaza destinada a albergar el nuevo Mercadillo del Príncipe.
31/01/1946: Se nombra gestor para la subasta de la obra de construcción del mercadillo.
10/02/1949: El Ayuntamiento aprueba oficialmente las obras realizadas por don Francisco Palma García, con un coste de 16.000 pesetas, dando por concluida la construcción del mercadillo.
A partir de esta fecha, el Mercadillo pasa a ser el centro comercial estructurado de la barriada.
Ocupación de puestos y ordenamiento
05/05/1949: Se aprueba una relación de 29 usufructuarios para ocupar los primeros puestos del Mercadillo, que se inauguraría oficialmente el domingo 23 de enero, festividad de San Ildefonso, patrón del barrio.
Se adjudican individualmente puestos a vecinos como José Cortés Martín (puesto 24) para venta de frutas y verduras, o Tama Ben Amar Yamina (puesto 22).
Se intenta evitar la venta ambulante, dando instrucciones al guarda de la barriada para desalojar los alrededores del edificio.
Otras solicitudes, como las de Abselan Ben Mohamed Larbe, Antonio Enrique Torres, o Mohamed Ben Mohamed Otmani, fueron denegadas por falta de vacantes o por intentar construir fuera de la planificación establecida.
Expansión, mejoras y reparaciones
A lo largo de los años 50 y principios de los 60, se suceden adjudicaciones de nuevos puestos, sobre todo para venta de pescado y abacería:
Larbi Ben Dris Sarjoni, Maimona Ben Boixa, Alí Ben Mohamed Susi,
Fatoma Ben Hamed Ben Salai, Hamedi Ben Hamed Sebebe,
o Abselan Ben Al-lal para pescadería.
Se construyen toldos portátiles para proteger del sol y la lluvia, y se plantea una techumbre definitiva en 1952.
Se denuncian situaciones de desorden por la existencia de vendedores en la vía pública pese a haber puestos vacíos, lo que evidencia la presión comercial de la zona.
Varias intervenciones municipales tienen lugar para ampliar la pescadería, blanquear el edificio, reparar la carpintería, e incluso habilitar una oficina de control:
11/12/1958: Se acuerda el blanqueo del edificio.
22/03/1962 y 29/03/1962: Se aprueban reparaciones generales.
09/01/1964: Se destinan 4.446,20 pesetas a obras de pintura y reparación en la oficina del Mercadillo.
Contexto social y económico
Este mercado, construido en el corazón de la barriada, se convirtió en un espacio esencial para el abastecimiento diario y el sustento económico de numerosas familias. Las ventas de frutas, verduras, pescados, especias y carnes eran reflejo de una comunidad activa y diversa, en la que también se detecta un especial dinamismo comercial de las mujeres.
El mercadillo del Príncipe no fue simplemente un lugar de compraventa, sino un auténtico eje de sociabilidad, donde se entrelazaban las costumbres alimentarias, las relaciones de vecindad y las estrategias de supervivencia de muchas familias humildes.
Tienda de ropa
En la Barriada del Príncipe, uno de los referentes del pequeño comercio textil fue la tienda de Afriquita, esposa de Paco. El matrimonio regentaba dos negocios contiguos pero con accesos independientes: por un lado, la tienda de ropa gestionada por Afriquita y, por otro, la tienda de comestibles dirigida por Paco y su padre, Francisco Moreno.
La tienda de ropa se distinguía por su amplia variedad de tejidos y prendas, convirtiéndose en un punto de referencia para muchas familias del barrio. Su interior contaba con dos grandes escaparates, que no solo mostraban la mercancía sino que aportaban una imagen cuidada y moderna al pequeño comercio local. Era habitual ver a clientas examinando telas o consultando a Afriquita, siempre cercana y conocedora del oficio.
Este comercio reflejaba el carácter emprendedor de muchas familias de la barriada, que combinaban actividades complementarias para asegurar el sustento familiar y atender las necesidades básicas de su entorno inmediato.
Venta Ambulante
La venta ambulante formaba parte esencial de la vida cotidiana en la Barriada del Príncipe. Se concentraba principalmente en la calle de acceso al Mercadillo y a lo largo de la calle Maestra Jaén, transformando el espacio en un auténtico mercado al aire libre, especialmente en las primeras horas del día.
Las mujeres marroquíes llegaban desde Castillejos y otras zonas del entorno rural, ataviadas con sus vestimentas tradicionales y cargadas con productos frescos procedentes de sus propios huertos. Cada una traía lo que la tierra había dado: tomates, pimientos, hierbabuena, melones, sandías, dátiles… productos que también se cultivaban en los pequeños huertos de la propia barriada.
En época de chumbos, la escena era especialmente viva. Se vendían los rojos y los verdes, llamados estos últimos “americanos”. Junto al vendedor, un cubo de agua mantenía los frutos frescos. Se pedía la cantidad deseada, y el vendedor, con una destreza aprendida, cortaba la cáscara en dos tajos laterales y uno transversal, exponiendo la pulpa lista para comer. Si era para llevar, se usaba un plato o recipiente donde se iban colocando conforme se pelaban.
El Ayuntamiento también regulaba la venta ambulante mediante autorizaciones específicas. Algunas de las concedidas fueron:
21/07/1955: Pedro Salazar Robles, venta ambulante de pescado.
21/07/1955: Amar Ben Milud, venta de dátiles.
26/01/1956: Dris Ben Mohamed Mesgnueldi y Hamed Ben Abdelkader Maguas, ambos autorizados para la venta ambulante de pescado.
20/09/1956: Mohamed Ben Hamu el Hach, venta de melones y sandías.
21/04/1955: Se autoriza la venta de hierbabuena a Himo Ben Mohamed, Rahama Ben Mohamed Ben Alí, Mahimona Ben Abselan Helifi, Tucha Ben Mohamed Fakir y Aixa Ben Mohamed Carrok.
Estas prácticas reflejan no solo la economía de subsistencia y proximidad del barrio, sino también su carácter dinámico, comunitario y profundamente enraizado en la tierra y el esfuerzo individual
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Hola Santi. Gran artículo, como todos.
ResponderEliminarMuchos recuerdos olvidados, que al leerte me vine a la memoria.
¿ Sabes porque habían tantos hornos en el Príncipe?
Al musulmán de la Barriada, le gustaba hacer el pan en casa ( recuerdo el típico pan redondo) En Harillo, vendíamos sacos y sacos de harina lo compraban al kilo, y levadura fresca en tacos de kilo, y hacíamos porciones de 200gr, y el pan que hacían en sus casas lo llevaban a los hornos.
Antonio Ruiz se dedicaba hacer pan para las tiendas de la Barriada y también para Ceuta. Un abrazo y gracias
Gracias, Pepe, por la cantidad de elogios que me dedicas y que he considerado no incluirlos. Algo de esto sabía, no todo, pero tu lo cuentas muy bien y me gusta leerlo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarA mi abuelo Roque Martínez le hacía los pasteles mi abuela María Mancera. Con su canasto salía a venderlo y se colocaba en la calle María Jaén.
ResponderEliminarMi abuelo también hacía dulces.
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