Ir al contenido principal

La Educación en la Antigua Roma: Primera Instrucción (III)

 

La Educación en la Antigua Roma: Primera Instrucción (III)




La auténtica palabra para describir una escuela era "ludus", no "schola". No se requería ningún procedimiento formal para abrir una institución de este tipo. Uno simplemente se convertía en maestro y alquilaba un local con acceso a la calle, como en cualquier otro negocio. El Estado nunca intervenía para ayudar o entorpecer al maestro, ni siquiera para supervisar su trabajo. La responsabilidad recaía en los padres para decidir en quién confiaban la educación de sus hijos. En estas escuelas primarias, los estudiantes aprendían a leer, escribir y contar. El "ludi magister", por lo general, provenía de un trasfondo humilde, a menudo siendo un liberto. En los hogares privados, esta función recaía en un esclavo educado o en el "paedagogus". Junto con las nociones básicas, también se enseñaban fragmentos de leyes, que se recitaban de manera rítmica. Por ejemplo, Cicerón, cuando era niño, memorizó las Leyes de las Doce Tablas, aunque esta práctica se perdió después de su época. Esta instrucción elemental era bastante común, y en la época de Polibio, las órdenes militares se transmitían por escrito.

El mobiliario en la escuela del maestro era muy sencillo, con mesas y bancos. A veces, las lecciones se llevaban a cabo al aire libre, y el maestro llevaba a los estudiantes a las afueras, donde se sentaban en una encrucijada o al borde de un foso para leer. Los niños que comenzaban a los siete años comenzaban aprendiendo a leer deletreando. Se les enseñaban primero los nombres de las letras, luego se les hacía juntarlas y deletrear palabras completas, finalmente formando frases. Para escribir, disponían de tablillas cubiertas de cera y un estilete para trazar las letras. Los niños traían estos utensilios desde casa o, en algunos casos, eran acompañados por un esclavo que se encargaba de estas tareas. En la escritura, el maestro a menudo sostenía la mano del niño y le guiaba los dedos, o proporcionaba un ejemplo que el niño copiaba siguiendo las líneas marcadas. Con el tiempo, los niños copiaban palabras y frases sin ayuda. Para la aritmética, los números se contaban en voz alta y con canciones: uno y uno son dos, etc. Luego, se utilizaban los dedos, el ábaco o la tabla de contar, y finalmente se realizaban operaciones en las tablillas. En resumen, esto constituía, junto con algunos fragmentos de recitación y máximas morales similares a las escritas por Cicerón, el núcleo de la educación primaria. 


La Educación Intermedia



La siguiente etapa de la educación se desarrollaba en la escuela del "grammaticus". Tras haber ingresado en la escuela primaria a los siete años, los niños solían acudir a la casa del gramático aproximadamente a los doce o trece años, continuando hasta los dieciséis, antes de ingresar en la escuela del retórico.

El entorno del gramático era considerablemente más cómodo y mejor equipado que el modesto "ludus". Allí se podían apreciar bustos de autores célebres, relieves que representaban escenas destacadas de los poemas homéricos, e incluso quizás mapas geográficos. Las aulas de estudio estaban en ocasiones apenas separadas del público, como se observa en las pinturas de Pompeya, donde a menudo se ubicaban en un simple pórtico a lo largo de la calle. Es posible que se utilizaran cortinas para preservar la privacidad y evitar distracciones para los alumnos, aunque cabe señalar que las escuelas eran lugares bastante accesibles, donde cualquier persona podía entrar y salir libremente. Padres, amigos e incluso oyentes ilustres ocasionalmente ingresaban sin previo aviso para presenciar las lecciones.

La esencia de la enseñanza del gramático residía en la lectura y explicación de poetas, así como en ejercicios orales y escritos en griego y latín. Las traducciones de obras de literatura griega eran una parte importante del plan de estudios. Por ejemplo, durante mucho tiempo, Homero fue estudiado a través de la imitación de Livio Andrónico, y las comedias griegas se conocieron principalmente a través de las adaptaciones de Plauto y Terencio. Sin embargo, a medida que el uso del griego se extendió en Roma, los romanos se acostumbraron a leer obras en su idioma original. Durante el Imperio, cada lengua y literatura tenía su propio profesor en las escuelas. En griego, se leían obras de Homero, algo de Hesíodo, Menandro, las fábulas de Esopo y otros selectos poetas líricos. En latín, se estudiaba la "Odisea" de Livio Andrónico, así como Ennio, Naevio, Pacuvio, Accio, Afranio, Caecilio, Plauto y Terencio. Aunque la historia no era una prioridad, se introdujo la costumbre de copiar fragmentos de autores contemporáneos y hasta vivos, incluyendo a Tito Livio, Salustio, Virgilio, Horacio, Ovidio, Lucano y Estacio.

Generalmente, se comenzaba con el estudio del griego antes de abordar el latín. Las diversas disciplinas educativas incluían gramática, métrica, lectura, comentario y crítica de textos, así como literatura propiamente dicha. El profesor solía hablar mucho y preguntar poco a los alumnos, rara vez concediéndoles la palabra. Los estudiantes, sentados en sus bancos, se centraban en tomar notas, una habilidad en la que destacaban. Aunque parecía que la información se absorbía de manera incompleta y algo confusa, los estudiantes se sentían satisfechos siempre que sus tablillas estuvieran llenas. Sin embargo, su participación no era completamente pasiva, ya que también realizaban tareas como copiar trabajos de su clase, convertir versos en prosa, desarrollar sentencias y crear pequeñas narraciones sobre temas mitológicos o poéticos. La redacción, en cambio, no parecía formar parte del currículo del gramático.

Tercera lección



Después de completar una serie de ejercicios, generalmente alrededor de los dieciséis años, los estudiantes solían visitar al retórico. En ocasiones, el gramático también desempeñaba el papel del retórico. El objetivo del retórico era proporcionar a sus alumnos una educación que los preparara para la práctica de la elocuencia en la política o en los tribunales. En lugar de simplemente desarrollar una idea general, se les exigía escribir una especie de defensa o acusación contra un crimen o un vicio, como el juego, el orgullo, el sacrilegio o la tiranía. A menudo, se les pedía que representaran a un personaje ilustre hablando sobre un tema específico, como Júpiter reprendiendo al sol por prestar su carro a Faetón, Medea a punto de sacrificar a sus hijos, Niobe llorando por los suyos o Aquiles expresando su furia contra Agamenón, entre otros ejemplos. También se abordaban temas generales, como "¿Por qué Venus aparece armada entre los lacedonios?”

No se limitaban a escribir estos discursos retóricos, sino que los presentaban ante sus compañeros y el maestro, quien proporcionaba comentarios y correcciones tanto sobre la forma de expresarse como sobre la actitud y los gestos, además de las ideas y las expresiones. Los estudiantes se motivaban por los pequeños triunfos oratorios que les brindaba la aprobación de sus compañeros y por la vanidad de los padres que asistían a estos eventos escolares y invitaban a sus amigos a presenciarlos. Más de un joven se convirtió en un orador aclamado en estos concursos privados y se le consideraba un futuro Cicerón.

Es importante mencionar que también existía una división entre los retóricos, al igual que entre los gramáticos. Los estudiantes podían elegir entre asistir a la clase del retórico griego o a la del retórico latino. La última categoría de retóricos, los retóricos latinos, tuvo dificultades para establecerse en Roma. Los defensores de la educación tradicional permitieron la introducción de la enseñanza griega impartida por profesores de origen griego. Sin embargo, cuando vieron a sus compatriotas adoptar nuevas ideas y aplicarlas al idioma y la literatura latinas, se inquietaron aún más. En el año 92 a.C., los censores publicaron un edicto que prohibía a los rhetores latini. Sin embargo, la corriente que impulsaba a los romanos hacia la elocuencia era demasiado poderosa como para que estas medidas de represión pudieran detenerla.

Relacionado, Enseñanza en Roma: https://asilocuentocultural.blogspot.com/2024/01/fuentes-y-perspectivas-en-la-ensenanza.html

https://asilocuentocultural.blogspot.com/2024/01/la-educacion-en-la-antigua-roma.html

https://asilocuentocultural.blogspot.com/2024/01/la-educacion-en-la-antigua-roma_21.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

Más que pasteles: La historia de un lugar en el corazón de un pueblo

  Más que pasteles: La historia de un lugar en el corazón de un pueblo Deseo hablar de un gran negocio, de unos grandes profesionales, con una historia y trayectoria impecable. Han sido entrevistados innumerables veces y premiados otras tantas, son de fama reconocida y visitados desde toda la comarca. Sin embargo, continúo sintiendo la inquietud por contar, pero desconozco el qué. Dudo, como el niño que se aproxima a la vitrina y tiene que elegir uno de los dulces... Se siente observado por los adultos, y algo parecido experimento yo: un jubilado con su blog, una cámara de fotos al hombro, como si se tratara de un juego, un extraño entorpeciendo el desarrollo de un negocio. Pero observo. Observo a los clientes que esperan con paciencia en la fila, algunos charlan, otros miran con expectación las bandejas repletas de dulces. Es un ir y venir constante. Al principio, solo dos dependientes atienden con profesionalidad y calma. De pronto, son cinco. La cola se disuelve como por arte...

Balona: crónica de una tristeza anunciada

  Balona: crónica de una tristeza anunciada Gradas Estadio Municipal de La Línea Reconozco que el fútbol no me interesa más que en su aspecto histórico, algo de su aspecto deportivo y mucho de su influencia social. Por eso, quizá este escrito solo interesará a los menos. A aquellos que saben ver en un equipo de fútbol algo más que resultados. Y que saben también que perder partidos no siempre es lo más doloroso. A veces, lo que realmente duele es ver cómo se apaga el vínculo entre un club y su gente. En estos días, y especialmente después de la derrota en casa frente al Jerez, he conversado con personas que entienden de fútbol. Gente que ha seguido durante años a la Real Balompédica Linense, que ha vivido alegrías y frustraciones, y que ahora —dolorosamente— baja los brazos. Lo que me cuentan es desolador: que los jugadores, salvo un par de excepciones, no tienen el nivel; que han pasado tres entrenadores, lo que ya no permite culpar solo al banquillo; que el juego es tan pobre q...

La Línea: entre comercio y ocio

  La Línea: entre comercio y ocio El conflicto en torno al Mercado de Abastos de La Línea va más allá de tasas o metros cuadrados: refleja la encrucijada entre dos modelos de ciudad muy distintos. Un edificio necesario de rehabilitar He seguido con atención la trayectoria del mercado, no desde que comenzaron las obras de rehabilitación, sino mucho antes, casi desde sus comienzos. Históricamente parece que nació no con muy buenos signos, pero no me quiero desviar. Lo cierto es que, durante los años que lo conocí, no era un edificio que prestara unas condiciones adecuadas para el desarrollo de esas actividades. Su rehabilitación, por tanto, era una cuestión indiscutible. Dos razones enfrentadas Los acontecimientos posteriores, después de actualizar y revisar la información disponible, declaraciones escuchadas y publicadas, me llevan a pensar que las dos representaciones en litigio tienen razón. Cada una, con sus argumentos, expone verdades, y precisamente por eso se hace tan di...