Finalizar un proyecto siempre desata una ilusión particular. Es ese
instante último en que has maquetado tu libro y dices: “Aquí
queda, ya no lo toco más”, como cuando realizaba un examen y
llegaba el momento en que decidías que no podías revisar hasta
cumplir la hora. Era un descanso después de la tensión, una forma
de decir al mundo: “He cumplido mi parte, ahora no me pidas hasta
que yo decida”.
Pero siempre, una charla, una lectura,
un querer saber te pone en alerta. Así es como aprendí que toda
obra necesita ser depositada en un Depósito Legal. Esa idea me
trastocó y recordé los tiempos en que ejercía de editor. Valoré
el tiempo y realicé la consulta online. En pocos minutos ya disponía
del registro, acompañado de instrucciones de envío a la Biblioteca
Nacional y la obligación de entregar ejemplares a la provincia.
Estaba a mitad de camino, pero no estaba dispuesto a invertir un
minuto más en cuestiones administrativas. Mi respuesta fue sencilla:
“Me hace más ilusión rescatar un minuto de mi vida”, y procedí
a cancelar la parte burocrática.
Y así, entre reflexiones personales y
recuerdos de años de trabajo editorial, aparece la historia de otra
mujer que supo comenzar tarde y alcanzar un legado imperecedero: Anna
Mary Robertson Moses, mejor conocida como Grandma
Moses.
Nacida en 1860 en Greenwich, Nueva York,
Moses vivió la Guerra Civil estadounidense y ambas guerras
mundiales. Fue una de diez hijos de una familia de agricultores. A
los 12 años trabajaba ya en una granja; a los veinte se casó con
Tomás Salmón Moses, con quien tuvo diez hijos, de los cuales cinco
murieron siendo bebés. La vida cotidiana era dura, pero también
formativa, y forjó en ella un sentido profundo de observación y
memoria del mundo rural.
Su carrera artística comenzó a los
setenta años, cuando la artritis le impidió seguir
bordando. Decidió entonces tomar pinceles y lienzos para plasmar
escenas de la vida rural que conocía y amaba. Fue descubierta en
1938 por el coleccionista Louis J. Caldor, quien vio sus cuadros en
un supermercado de Hoosick Falls, Nueva York. En 1939, Otto Kallir
exhibió sus trabajos en la Galerie Saint-Etienne de Nueva York,
despertando rápidamente la atención de coleccionistas de todo el
mundo. Sus obras se hicieron codiciadas y se exhibieron en Europa y
Japón, donde fueron especialmente valoradas.
Grandma Moses pintó escenas
costumbristas, paisajes, celebraciones y vida rural con un
estilo naïf encantador y personalísimo, que aun siendo simple en
trazo, lograba composiciones complejas y llenas de vida. Sus obras
fueron reproducidas en tarjetas de Hallmark, sellos postales y
campañas publicitarias. Cada cuadro refleja una memoria viva, un
fragmento de historia capturado con cariño y detalle.
Entre sus obras más notables destacan
The Old Checkered House y Fourth of July, esta
última pintada en honor al presidente Eisenhower y aún hoy exhibida
en la Casa Blanca. Su influencia fue reconocida también por el
presidente Harry S. Truman, quien le otorgó el Premio del Club
Nacional de Prensa Femenina en 1949. Incluso después de cumplir cien
años, continuó pintando; en el último año de su vida creó 25
cuadros antes de fallecer en 1961, a los 101 años.
El ejemplo de Grandma Moses es un
recordatorio de que nunca es tarde para empezar, y
que la pasión y la creatividad no conocen límites de edad. Su arte,
sencillo y profundo a la vez, nos invita a valorar la belleza en lo
cotidiano, a observar y preservar la memoria de nuestro entorno, y a
encontrar la posibilidad de un legado personal incluso en los
comienzos tardíos.
Siempre consecuente con lo que piensas. Cuantos van?
ResponderEliminarA veces me ha costado. Varios.
ResponderEliminarEs una historia muy bonita. Gracias por traerla aquí.
ResponderEliminarPepe Pozo: Bonita historia de la Abuela Moses. Hay personas ya mayores que guardan en su interior, tanta sabiduría y tanto arte , que les explota por cualquier circunstancia personal . Ella, por causa de la artritis, empezó a pintar.
ResponderEliminarTengo una gran amiga que a los sesenta años ( ahora tiene 66)le diagnosticaron Parkinson , y todos los días al amanecer y atardecer sale a caminar y hace unas fotografías maravillosas y cuando está en casa, pinta unos dibujos y acuarelas maravillosas. Por supuesto , no tendrá la calidad de Moses, pero no desmerece. Un abrazo Santi.
Así es, tienes mucha razón, hay demasiadas personas arrinconadas y conservan verdaderos tesoros. Quedo a la espera de mi propuesta. Gracias por tu comentario.
Eliminar