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El Corazón de la Villa

 

El Corazón de la Villa


Ilustración cortesía de Jéssica Gavilán, para Así lo Cuento Cultural

Un ladrido del pastor alemán, Chico, hizo que Toñete levantara la cabeza mientras curaba la herida de su pata derecha.
Por el camino serpenteante que conducía a su casa, aparecieron cinco jóvenes saludando con entusiasmo.
—¡Toñete! —gritaban mientras levantaban las manos. El joven se preguntaba quiénes serían y qué les traía hasta allí.
Se incorporó, saludó y retuvo al perro. A su lado apareció Antonia, su madre, quien siempre sabía que algo interesante iba a pasar cuando el nombre de su hijo resonaba con tanta alegría.
—Hola, Toñete. Buenos días, señora —dijeron los chicos al llegar, aún jadeando.
—¿Qué os trae por aquí? —preguntó Toñete, sin soltar del todo al perro.
—Pues... nos hemos enterado de que te gusta recorrer los rincones de la villa y que conoces muchas historias. ¿Nos contarías alguna, si no tienes otras obligaciones? —preguntó Alicia, la más atrevida del grupo.
Toñete miró a su madre, y ella, adivinando sus intenciones, le dio una palmadita en el brazo.
—Anda, hijo, yo me encargo de tus cosas esta mañana. Atiende a tus amigos.
Se acomodaron bajo la sombra de un árbol, y los jóvenes, con la impaciencia de los que quieren saberlo todo, le pidieron que hablara de lo que quisiera.
—Bien, imagino que sois todos estudiantes, ¿no? —preguntó Toñete, acomodándose también.
—Sí, somos del instituto Carlos Cano de Los Barrios —respondió Alicia, con orgullo.
—Yo no pude ir al colegio. Pero mi madre me enseñó a leer y escribir. Con los años, mis padres y los vecinos me regalaban libros. Eran usados, con las tapas rotas, pero no me importaba. Los leía con avidez. Aún recuerdo cuando los Reyes Magos me trajeron una maleta de cuero con libretas, lápices y colores Alpine. Fue mi mayor tesoro. Recuerdo con emoción aquel olor tan peculiar, me motivaba para retenerla en mis manos, la abría y cerraba con frecuencia, engarzando la hebilla en sus agujeros, guardando algunos de los libros y dibujos coloreados, sobre todo con escenas del campo: flores, árboles, animales, hojas caídas, etc. Tanto era mi amor por aprender que soñaba realizando el camino que os ha traído aquí con mi maleta a la espalda, camino a Los Barrios.


Recuerdo de aquellos años que mis padres comentaban, de mis abuelos, que habían pasado años de necesidad y hablaban sobre mujeres que amamantaban a niños y que, a pesar de ello, muchos morían de enfermedades y de falta de nutrición. De esto os hablaré en otra ocasión. A una mujer se le ocurrió una idea para paliar esta tendencia e inventó un método que registró. Se llamaba Fermina Orduña, y fue una mujer de gran mérito, pues fue la primera que presentó una patente, o privilegio de invención, como entonces se llamaba, en España.
«Carruaje para caballerizas para la conducción higiénica de las burras, vacas o cabras de leche para la expedición pública», que se refiere a un carruaje adaptado para el transporte de ganado lechero de forma que permitiese el ordeño y expedición de leche fresca in situ y al momento.
En aquella época, la leche no era tratada para su posterior consumo. Sin embargo, se sabía que no era conveniente que transcurriera demasiado tiempo entre el ordeñado y su consumo. La leche era extraída utilizando un ordeñador mecánico creado por la misma inventora. El carro estaba cerrado y se movía tirado por caballos, el número de estos dependía de la cantidad de ganado lechero que transportase. El carruaje tenía un establo con pienso de grano seco, asegurándose una buena alimentación del ganado evitando que ingiriera forraje nocivo para la lactancia. El carro tenía incorporada una caldera para mantener la temperatura del agua, así como una campana para avisar a la posible clientela.
La protección de la patente tenía un plazo de 5 años a partir de su fecha de expedición, el 20 de mayo de 1865.

Ahora quiero contaros algo de nuestro pueblo

En el invierno de 1837, cuando el frío calaba los huesos y la tierra apenas daba tregua a los jornaleros, llegó hasta la plaza de la pequeña población de Los Barrios una noticia que cayó como un baldón sobre Andrés de Castro. Lo habían nombrado alcalde segundo.
Andrés, con las manos callosas de tanto arar y los pies gastados de recorrer los campos, no daba crédito. Se lo repitieron dos veces, como si no haber aprendido a leer ni escribir lo hiciera sordo también. “¿Yo, alcalde? ¡Si soy jornalero, hombre! ¿Qué voy a saber yo de papeles, de números, de discursos?”.
Esa misma noche, bajo la luz oscilante de un candil, se plantó frente al escribano del pueblo, el único que manejaba con soltura el arte de juntar palabras en los libros de actas. Le habló con las pocas palabras que sabía, pero con el peso de quien quiere zafarse de un yugo nuevo:
—No sé leer ni escribir, señor. No sé nada de esas cosas, y yo no puedo ser alcalde.
El escribano, viejo y con más paciencia que rigor, le miró por encima de los anteojos y soltó un suspiro que parecía contener siglos de repeticiones. Luego le espetó con calma:
—Andrés, no saber leer ni escribir no son de las cosas que privan o impiden a un hombre cumplir con sus deberes. El pueblo te necesita, y eso basta.
—De acuerdo, pero escribe a quien corresponda por si acaso cuela y me evito el disgusto.
Andrés salió de allí con el sombrero apretado entre las manos, más preocupado que cuando el cielo anunciaba tormenta en plena cosecha. ¿Qué podía hacer un jornalero con un cargo tan grande? Pasó la noche desvelado, oyendo a su mujer murmurar: “No es cosa mala, Andrés, solo quieren a alguien de corazón recto. Y de eso tú tienes de sobra”.
Al día siguiente, se presentó en la plaza. Vestido con la misma chaqueta de siempre, se cuadró frente a los vecinos y aceptó su nuevo puesto. No sabía si aquello sería un desastre o un orgullo, pero entendió que la vida no siempre espera a que uno esté preparado. Y al fin y al cabo, ser segundo alcalde no se trataba de escribir palabras bonitas en los papeles, sino de escuchar a los demás, no discriminar a nadie, ayudar, y no creerse superior, igual que se escucha a la tierra para saber si dará fruto.

Nota: Este suceso está basado en un hecho real de Los Barrios. En 1837, D. Andrés de Castro se dirige a Diputación solicitando se le exima del cargo de Alcalde segundo de Los Barrios. Se le contesta que las causas que alega de ser jornalero, no saber leer ni escribir no son de las que privan o impiden a los ciudadanos de los deberes de tales. Por otro lado, era una situación muy común en España en aquellos tiempos y, según la Constitución de 1812, se estaba obligado a ejercer las funciones en muchos casos.

Queridos amigos, me alegra mucho que, siendo estudiantes, hayáis venido hasta aquí, dispuestos a escuchar estas historias. Para mí, es importante compartirlas, porque sé que el conocimiento no solo se encuentra en los libros o en los diplomas. Estoy seguro de que alcanzaréis un alto nivel de aprendizaje, pero nunca olvidéis que el verdadero valor de una persona no se mide solo por los títulos que ostenta. Hay quienes, sin haber pisado un aula, conocen más sobre la vida y las historias que muchos de los que presumen de su educación formal. Así que, aunque el conocimiento académico es importante, también lo es la sabiduría que se recoge del día a día, de las personas, de la experiencia. No menospreciéis a aquellos que, como yo, no tuvimos la suerte de estudiar en las mejores escuelas. Siempre hay algo que aprender de todos, sin importar de dónde vengan. Nuestra villa ha dado muestras en muchas ocasiones de personas sabias, que no necesitaban un título para entender el corazón de la gente.

Mi agradecimiento, y el de los lectores, a Jéssica Gavilán por su extraordinaria ilustración para este artículo.

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Comentarios

  1. Respuestas
    1. Gracias Antonio. Ha sido muy gratificante con la calidez que me han tratado en los talleres de la Casa de la Cultura, les estoy agradecido.

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  2. Maritere: Me ha encantado, muchas gracias Santi.

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    1. Me alegra Maritere, y siempre, gracias a vosotros que leéis lo que escribo.

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  3. Carmen: La persona que nadie imagina capaz de nada, hace cosas que nadie imagina.

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    1. Así es Carmen, en ambos sentidos. En el bueno, al que tu te refieres, un buen ejemplo, podrían ser los dos héroes olvidados de La Línea.

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  4. Ana María: Cada día lo haces mejor 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻

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    1. Es porque lo lees con los mejores ojos. Muchas gracias. Un abrazo.

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  5. Eduardo Gavilán: Es verdad que en esta vida se aprende de todo el mundo sea con estudios o sin ellos... porque hay una asignatura llamada vida que no se da en los colegios.
    Un nuevo capítulo que me ha parecido muy interesante porque nos lleva a la humildad y rechaza a esa prepotencia de que hoy día se hace gala en muchas personas.
    Pués sí Santiago ese Toñete que sacas a la palestra con los lápices Alpine que recuerdo que venía en un estuche de cartón impreso con un árbol y como no la maleta de cuero con su correa y hebilla para abrocharla.
    Hoy has vuelto a transportarme a mi niñez como a un Toñete cualquiera.
    Gracias una vez más y a esperar el siguiente capítulo

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    Respuestas
    1. Tienes toda la razón Eduardo. Ambos conocemos a demasiadas personas, que ni saben y lo peor es que no quieren saber; los peores adornados de esa prepotencia de la que hablas para ocultar su desconocimiento. Un solo ejemplo, pregúntales de donde viene la denominación de La Línea, y descubrirás a todos.

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  6. Jéssica30 de enero de 2025, 6:16
    Gracias a ti Santiago por tus bellas palabras y por deleitarnos a todos.
    Me alegra mucho ver como sigues aportando a la cultura. Enhorabuena por tan interesante narrativa, un regalo para los sentidos.

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    1. Me alegra que te guste. Tu ilustración ha encajado perfectamente. Hasta yo me creo la historia viendo el dibujo, veo a Toñete por las mañanas con su maleta a la espalda, pero solo era un sueño. Muchas gracias.

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  7. Javier Montesinos: Precioso Santiago. Una vez más Toñete nos transporta a nuestra niñez y la realidad de la vida con sus andanzas.
    Es entrañable y didáctica a su vez la historia que nos cuenta, que como tú bien dices, refleja perfectamente Jessica en su ilustración.
    Enhorabuena y gracias.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Javier, por tu acertada percepción y comentario.

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