Gibraltar y el espejismo de la “prosperidad compartida”
| Fotografía cortesía de La Línea a través del tiempo | 
Hace unas horas, un amigo me hizo llegar una reflexión de Juan Carlos Juárez, economista y exalcalde de La Línea, publicada recientemente. La he leído con atención y no puedo dejar de decir que coincido plenamente con su análisis, desde mi modesta posición y sin ser técnico acreditado. Me ha producido una sensación doble: satisfacción y tristeza.
Satisfacción, porque reconforta comprobar que personas con experiencia y conocimiento expresan públicamente lo que algunos llevamos años diciendo: que Gibraltar depende por completo de España y del Campo de Gibraltar, y que la llamada “prosperidad compartida” es, en realidad, un relato que esconde una dependencia económica y social profundamente desigual.
No es un postulado novedoso. Es conocido, sabido y manifestado por personas con alto peso en la Administración del Estado. Participar en un diálogo como vencidos y aparentar lo contrario no debe ser agradable para nadie. Tampoco lo es intentar disipar las dudas con supuestas prebendas; imagino que no es la mejor de las funciones, pero al menos se debería informar lo más cerca posible de la verdad, aunque esta, a veces, no se quiera escuchar.
Y tristeza, porque La Línea parece no querer ver esta realidad. Una mayoría ha aceptado sin resistencia esa dependencia, abandonando sus propios negocios y proyectos para trabajar al otro lado de la Verja. Lo hacen, en muchos casos, por pura necesidad —nadie lo niega—, pero también con una peligrosa resignación, como si tener “un plato de lentejas” bastara para justificarlo todo.
Durante los años del cierre de la Verja, entre 1969 y 1982, La Línea vivió un momento de crecimiento real. Se generó industria, se desarrolló el turismo, hubo comercio y prosperidad. Es decir, demostramos que podíamos avanzar sin depender de Gibraltar.
Yo llegué a La Línea en 1976. Era un pueblo modesto, sí, pero lleno de vida. Las calles estaban animadas, se hacían carreteras, se sentía el optimismo. No sé de dónde sacan que se fueron miles de personas, cuando la realidad es que el pueblo crecía. Se palpaba la alegría en las calles, el alborozo en los comercios, las entidades repletas de socios. Me pregunto: ¿qué ha quedado de aquello?
Pero con la reapertura, el equilibrio cambió. Gibraltar se transformó en un polo de atracción que drenó mano de obra y recursos, mientras nuestro entorno fue quedando estancado. Lo que era una visión de esperanza se fue transformando en lo que hoy es: un cúmulo de ficciones incompletas.
Hoy, medio siglo después, seguimos sin reaccionar. Seguimos creyendo que el futuro de La Línea pasa por la Verja, cuando la historia demuestra lo contrario: nuestro desarrollo real está al norte, en la conexión con el resto del Campo de Gibraltar, con Andalucía y con España.
No escribo esto con ánimo de confrontar, sino de despertar una conciencia dormida. Si queremos dignidad, progreso y oportunidades duraderas, no podemos seguir siendo el patio trasero de un territorio de fiscalidad privilegiada. Necesitamos mirar hacia dentro, creer en nuestro potencial y exigir políticas que apuesten por nosotros, empezando desde dentro.
Gibraltar no nos hará libres ni prósperos. Solo los linenses podrán hacerlo.
Permitidme finalizar con las palabras de un alto funcionario británico destinado durante diez años en Gibraltar, John D. Stewart, en su libro Piedra Clave:“La comunidad gibraltareña se enfrenta hoy con una áspera realidad y una cruel elección. Lo mismo le ocurre al Gobierno británico, a quien le cabe esa responsabilidad. Ambos, como demostrará este libro, han pecado durante siglos en el Peñón —por comisión y por omisión— contra el Tratado de Utrecht, que es nuestra carta para estar allí, y contra toda ética, usos y costumbres de la buena ciudadanía internacional.
Aferrado como una fea garrapata al suave vientre de la perezosa España, Gibraltar ha engordado explotando, desafiando, injuriando y humillando a su reacio anfitrión. En el peor de los casos, ha habido allí una alianza impía entre el soldado orgulloso y el ladino mercader, con una pistola en una mano y un paquete de tabaco de contrabando en la otra.”
* El resaltado de este párrafo es del autor del artículo.
No he leído el artículo del Sr. Juarez, aunque por este deduzco su contenido. Comparto el planteamiento y además, el último párrafo es demoledor.
ResponderEliminarMuy clarito y certero. Buen trabajo.
ResponderEliminarDejo sentimientos personales , en cuanto a lazos familiares y laborales al otro lado de la verja . O al menos , trataré de que no influyan de manera sesgada en mi manera de interpretar cuanto por las tres partes ha quedado escrito . John D Stewart , Exalcalde Juarez y Santiago Chippirraz . Cuento y sumo entre mis allegados con cien años largo de trabajos de diferentes indoles en la Plaza . Mi agradecimiento siempre lo tendrán las empresas y particulares que lo han hecho posible . A dia de hoy la suma sigue . Los planteamientos de las partes que exponen sus tesis libremente emanan de conocimientos de primera mano , de haber tratado de cerca a los habitantes de ambas zonas . Quizás , acogiéndose a la ley del mínimo esfuerzo , la parte de acá ha preferido no luchar por obtener prosperidad propia , generada a partir de sus propios recursos e ir a por ella , a por la ajena , la de enfrente , próxima , bien organizada y boyante . No niego el esfuerzo aportado por los españoles . Me consta que ha sido grande y continuado . Aquí viene el pero : Me parece , en eso me uno a ellos , que hemos de procurarnos vida económica propia . Expongo todo lo anterior sin el ánimo puesto en apagar una vela ajena para que se encienda la mia . Compartamos de verdad , de una puñetera vez , lo mejor de ambos territorios . Recursos humanos y materiales no nos van a faltar . Gracias a todos .
ResponderEliminarCarmen Lavado: Temiendo estoy de saber a qué acuerdo han llegado los dos gobiernos.
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