Cuando el arte se vuelve refugio
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| Pepa Font |
Los días transcurren como siempre, como lo han hecho desde que los conozco y desde que otros me dicen que fueron así, y les creo. Es un periodo en que los colores se transforman en tonos más apagados; se empieza a sentir la brisa fresca de la mañana en el rostro descubierto, y el sol pierde su fuerza y parece jugar al escondite entre las nubes grises.
Inmerso en este panorama, no ha sido una de esas semanas apacibles, pero nada hay que reprochar al día a día. Las secuencias no son responsables de los sentimientos que, en cualquier momento, pueden despertar una fotografía, una frase, la asistencia a un acto o incluso una investigación concienzuda y escrupulosa desmentida sin más.
Mientras doy rienda suelta a todas estas ideas, poco a poco se abren paso las importantes, las que enseñan a ser sujetos más conscientes de la realidad; las que merecen que les prestemos unos minutos de atención, sea alrededor o a distancia.
En este contexto, hace algunos días hablaba de Grandma Moses, aquella abuela que, cuando sus manos fueron atacadas por la artrosis, dejó de hacer croché y comenzó a pintar. Su proyección llegó tan lejos que sus cuadros se volvieron muy cotizados, y con 101 años realizó sus dos últimas obras.
No se puede decir que fuese uno de los artículos más seguidos, quizá por lo alejado de la protagonista. Suele ocurrir que la distancia atenúa el interés: un accidente afecta a una comunidad en proporción a la cercanía del suceso. Pero eso no significa indiferencia. A veces, reflexionar sobre casos lejanos puede servirnos más de lo que imaginamos.
Mi amigo de la infancia, Pepe Pozo, fue una de las personas que leyó aquel trabajo y dejó un comentario. El resultado es que hoy escribo para unos pocos una historia que, aunque nos separa la distancia, no nos resulta ajena. Probablemente, a las puertas de nuestras casas —cerradas, encajadas, algunas blindadas— existan casos similares de los que solo tomamos conciencia al escuchar los de otros.
Tiendo hacia el “sí” antes de meditar muy bien qué significa. Mientras marco el número de teléfono de Pepa Font, que mi amigo me ha proporcionado, y suenan los tonos de llamada, no me pregunto qué diré ni qué preguntaré: dejo que todo sea lo más natural posible. La voz que responde al otro lado es suave, cálida, invita al diálogo, a ir haciendo camino.
Sus expresiones poseen un brillo especial, que probablemente se complemente con la luz de la costa del Mediterráneo donde vive y con esa edad de esplendor intelectual que ofrece la década de los sesenta. Quizá también con el cúmulo de virtudes que resplandecen en muchas personas tras un diagnóstico adverso en nuestro mecanismo funcional. En este caso, el Párkinson.
Pepa recibió la noticia hace un tiempo, no exenta de esas incidencias que con tanta frecuencia acompañan a los asuntos relacionados con la sanidad y otros ministerios. Aquel momento fue, en cierto modo, un punto de inflexión. Tras los primeros compases de confusión, pronto afrontó su nueva realidad. Su hija, licenciada en Bellas Artes, le sugirió una forma de ocupar momentos del día que le aportaría un beneficio físico y, sobre todo, mental.
Así fue como comenzó su andadura por los caminos del arte. Mientras maneja los lápices, las brochas, los pliegos y demás utensilios —con la guía de internet—, me cuenta que se olvida de todo. Es una terapia que la relaja hasta límites insospechados, creándole un bienestar indescriptible. Le ha permitido iniciar nuevas experiencias en el amplio mundo de la creatividad.
Me llama la atención —y no suele ser lo habitual— que dos personas desconocidas conversen por primera vez de asuntos tan personales. Sin embargo, en este caso, las posibles reticencias se disiparon cuando expresó: “Acepto, porque quizá pueda ayudar a otros”.
Permítame decirle, Pepa, que esa particularidad tan especial y positiva no se la ha dado el diagnóstico, sino que ya la llevaba en su interior, y probablemente la ha practicado muchas veces a lo largo de su vida.
Estoy seguro de que sus palabras y su ejemplo beneficiarán a alguien, y que, como a usted, le crearán un sosiego que repercutirá en su propio bienestar, incluso en el control de esa enfermedad.
Gracias por permitirme poner su ejemplo en esta pequeña ventana, especialista de nada, pero abierta a todo lo humano.
Acompaño estas líneas con algunos de los dibujos de Pepa, fruto de esa dedicación nacida del deseo de seguir creando. En ellos se percibe la serenidad con que maneja el color, la precisión que aún conserva su pulso y esa alegría contenida que habita en su trazo. Al verla trabajar —rodeada de lápices, brochas y pequeños pliegos de papel— uno comprende que su arte no busca la perfección, sino el sosiego, y que en cada línea hay un gesto de aceptación, de vida.








¡Enhorabuena, Pepa! Me encantan sus trabajos; son muy bonitos.
ResponderEliminarCarmen Lavado: Está ventana especialista en nada.....merece ser leída. Me ha encantado los dibujos, es un estimulo saber que hay personas que ante los problemas sigan luchando y demostrando su valentía.
ResponderEliminarMuchas gracias. Otro ejemplo para cuando se tenga un día bajo. Verdad, Carmen?
EliminarHola Pepa.
ResponderEliminarDesde que te conozco siempre me has trasmitido mucha paz y serenidad y me ha encantado hablar contigo.
Enhorabuena por encontrar en los pinceles lo que tú necesitabas.
Ánimo y sigue con esta tarea en la que estás disfrutando.
Un fuerte abrazo amiga.
Muy bonitos todos los trabajos
ResponderEliminarEnhorabuena pepa, no sabía que eras una artista con el pincel..
ResponderEliminarEs importantísimo distraer la mente en ciertos momentos , si es creando o plasmándolo de cualquier forma dos veces bueno . Enhorabuena Pepa!! (TIta)
ResponderEliminarHola Pepa!!
ResponderEliminarMe encantan tus cuadros.
Son alegres, coloridos y denotan positividad.
Sigue pintando y piensa en exponerles en una galería.
Yo te compraría alguno y seguro que mucha gente piensa como yo.
Son preciosos tus cuadros... alegres, llenos de color, me inspiran positividad y bienestar.
ResponderEliminarSigue pintando y ves pensando en exponerlos.
Yo te compraría alguno, sin dudarlo.
Son muy bonitos. Me encantan las muestras de fortaleza, esta es una de ellas.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo
EliminarEl final de algo creado es el principio de una nueva idea. Un abrazo.
ResponderEliminarQue pinturas tan bonitas !!! Enhorabuena!! 🎨🖌
ResponderEliminarEsa es mi tía! Sus dibujos ... ella ... un ejemplo de ternura, bondad y amor ... te quiero Pepa
ResponderEliminarEduardo Gavilán
ResponderEliminarAdemás de buena terapia un ejemplo a seguir
Seguro que es así.
EliminarSanti,¡ Magnífico artículo! Es increíble, que con sólo una pequeña conversación telefónica con una persona desconocida, la describa tan exactamente como es. Sonrie mirándote y le brillan los ojos. Es una gran amiga ( y mejor persona) de hace más de 35 años.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato y a ella, también. Gracias
Querido amigo, a veces no decido yo, simplemente actúo. Debe ser una gran mujer, a tenor del importante número de visitas que ha tenido el artículo y se mensajes. Gracias por tu participación. Un fuerte abrazo.
EliminarHola Pepa. No sabía la gran pintora que eres ¡¡ Pero si la fuerza que tienes y la gran luchadora que llevas dentro. Todas las amigas y amigos estamos orgullos@s de tí. Te queremos...
ResponderEliminarY a ti Santi, felicidades por el gran trabajo que has hecho, me ha gustado mucho. Gracias ( Vicenta Such)
Muchas gracias, Vicenta.
EliminarJavier Montesinos Garcia
ResponderEliminarFelicidades Santiago. Un artículo que con pocas palabras refleja tanto. Mi admiración por la señora Font y hacia ti por tu gran trabajo.