La mujer del purito
(Cuando el pasado se asoma en una calada)
El año 1981 fue convulso en España. Por circunstancias que prefiero dejar al margen, me vi obligado a pasar unos días en Madrid. Fueron pocos, pero con demasiadas incidencias, y en un momento dado —sin saber cómo— me encontré con dos periódicos en las manos que me obligaron a dar más explicaciones de las que hubiera querido.
Una tarde, paseando por la ciudad, me detuve frente a una señora mayor que vendía tabaco. Sentí el antojo de un purito y se lo pedí. Ella, sin dejar de mirarme, dijo con seguridad:
—Eres del sur. Probablemente de Ceuta.
Tenía razón. No me sorprendió del todo; un oído fino puede detectar el acento ceutí sin mucha dificultad. Pero su tono no era el de una mujer cualquiera. Seguía siendo elegante, incluso hermosa a su manera. Había en su forma de hablar algo más: inteligencia discreta y experiencia.
Charlamos. Me dijo que había trabajado un tiempo en el Campo de Gibraltar, concretamente en una calle de La Línea. Con algo de tacto y muchas vueltas, conseguí que me contara que en su juventud había formado parte de un grupo que se movía entre ciudades portuarias: oficiales militares extranjeros, empresarios, capitanes mercantes… Ella acudía a recibirlos. Sabía caminar entre pisadas sin dejar huella.
No me hizo falta más: quien conociera aquella calle en los años sesenta y setenta, sabía bien a qué se refería. Por un momento, tuve la impresión que deseaba y sabía a quien le contaba aquellas intimidades.
Nos despedimos con un apretón de manos. Cuando me alejaba, giré la cabeza: ella seguía allí. Al día siguiente pasé por el lugar. No estaba. Repetí. Nada. Pregunté y nadie la conocía.

A veces, los sueños al despertar, creemos que lo hemos vivido en realidad,o la realidad la quisiéramos convertir en sueños.
ResponderEliminarLa mente humana cuando está cansada, o está sufriendo, o viviendo unos momentos muy convulsos, nos juegas estas pasadas .
Bonito relato, breve pero profundo. Gracias Santi.