La llama de una vela
De un tiempo a esta parte, he vuelto a refugiarme en los clásicos: Balzac, Goethe, Lope de Vega, Calderón, Rafael, Da Vinci, Tiziano… Todos ellos, desde distintas disciplinas —literatura, pintura, escultura o incluso ciencia—, nos invitan a mirar el mundo con ojos atentos. Goethe, por ejemplo, escribió una obra fascinante sobre la teoría del color, en la que explicaba cómo percibimos la luz y los tonos que nos rodean.
Inspirados por esa mirada curiosa, hoy quiero proponer un pequeño experimento cotidiano: observar una vela encendida. Aunque parezca simple, su llama encierra una sorprendente variedad de fenómenos.
Si la observamos con atención, descubrimos que la llama no es uniforme. Tiene varias zonas con colores y comportamientos distintos. Cada una nos cuenta algo sobre lo que está ocurriendo.
Partes de la llama
Zona azulada (parte inferior, junto a la mecha):
Aquí la combustión es más eficiente. El oxígeno del aire todavía no se ha consumido del todo, lo que permite que el gas (vapor de cera) se queme de forma más completa. Esto genera una temperatura más alta y una luz azulada.Zona amarilla (parte media y superior):
Es la parte más brillante y cálida. En esta zona, la combustión no es total, y se forman pequeñas partículas de hollín (carbono) que se calientan y emiten una luz amarilla muy característica.Contorno exterior (casi invisible):
Rodeando la llama hay una zona muy tenue, donde los gases calientes se mezclan con el aire. Aunque apenas se ve, también ocurren reacciones químicas importantes en este límite entre la llama y el entorno.
En resumen:
El azul aparece por una combustión más eficiente.
El amarillo viene del hollín incandescente.
El contorno invisible es donde se mezclan los gases.
Podemos imaginar la llama como si tuviera un corazón azul, un vestido dorado y una capa invisible de aire caliente.
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Desde hace varios años, todos los días enciendo una vela. Me siento bien.
ResponderEliminarNo es casual publicar estas letras en un día tan señalado. Un día de entusiasmo y preámbulo de lágrimas. Los sabuesos ladraban y marcaban a la presa, que distraída e indefensa esperaba el disparo. Pronto reposará en el cementerio del olvido, mientras se prepara la escenografía para la próxima delimitación, con nuevos actores, pero el mismo tablero.
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