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El alma del mercado en Los Barrios

 

El alma del mercado en Los Barrios


Mercado Municipal de Los Barrios


Hace unos días paseé por el mercado municipal. A simple vista, puede parecer un lugar más, con su bonita y funcional arquitectura de base octogonal, algo desgastada por las últimas lluvias y el tiempo, pero si uno se detiene, si mira con atención, descubre algo mucho más valioso. La forma octogonal no solo le da carácter, sino que permite un aprovechamiento más eficiente del espacio, facilitando el tránsito y la disposición de los puestos.

Este mercado es pequeño, sí, pero tiene alma. En su interior, cada uno de los 7 puesto ocupados de los 13 existentes, cuenta una historia: los pescaderos que madrugan para traer lo mejor del mar, los carniceros que mantiene recetas de toda la vida, las panaderías con ese olor a hogar, los puestos de verduras, con productos que saben a tierra y a esfuerzo y la floristería al servicio de la ornamentación y el detalle. En el centro, dos bancos y un macetero que no solo decoran, sino que hacen de este sitio un punto de encuentro, un espacio de vida.

Mientras caminaba entre los pasillos, tuve una sensación extraña pero hermosa: este mercado es como una familia compuesta por todos ellos. Cada tendero conoce a sus clientes, cada venta es más que una simple transacción, es una conversación, un gesto de cercanía. Y entonces me pregunté: ¿somos conscientes del tesoro que tenemos aquí?

Me gusta una atención sin prisas, pero también sin pausas innecesarias. Me gusta cuando me llaman por mi nombre y, mientras pesan las verduras o envuelven el queso, conversamos de lo cotidiano, de cómo va la familia o del tiempo que no veíamos a alguien. Me gusta saludar a los que llegan y despedirme de los que se van, porque muchos son los mismos de siempre, los de toda la vida. En el mercado, el trato es más que un trámite: es parte de la vida del pueblo.

Este mercado sigue en pie gracias a su clientela fiel, a quienes valoran su esencia y calidez. Pero siempre podemos hacer más. No se trata solo de comprar, sino de recordar que es nuestro, que forma parte de nuestra historia y de nuestra identidad. Cada vez que elegimos este mercado, no solo llenamos nuestra despensa, sino que contribuimos a mantener vivo el corazón de la comunidad.

Hoy he sentido que debía escribir esto. No sé si servirá de mucho, pero sé que cada granito cuenta. Quizá tú, que me lees, puedas sumarte. Quizá la próxima vez que necesites pan, carne o verdura, recuerdes que en este mercado hay algo más que productos: hay personas, hay historias, hay vida. Y quién sabe, si somos más los que elegimos comprar aquí, quizá pronto se llenen también los puestos vacíos. Con más oferta, vendrán más visitas. Y con más visitas, más vida. Así crecen los mercados, y así se cuidan los lugares que realmente importan, más allá de las circunstancias o razones que, por ahora, impidan que todos los espacios estén ocupados.


Vista parcial del interior


Puestos


Puestos


Puestos

Puestos

Puestos

Vista parcial del exterior



Comentarios

  1. Qué finura y sensibilidad en la descripción del espacio y sus personajes, me ha encantado. ¡Gracias!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias. Tal vez se deba a que, últimamente, confío más en lo que siento que en lo que veo.

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