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Formar equipo, formar personas

 

Formar equipo, formar personas

Crónica emocional de una temporada en el C.D. Montera Baloncesto 





Vago por el pueblo sin rumbo fijo. Pensaba encontrarme con un partido, pero la temporada ya ha terminado. Aun así, conservo recuerdos nítidos de algunos encuentros vividos. Observo el colorido de las plantas recién sembradas en los arriates y rotondas; destacan el morado, el verde y un amarillo intenso. Este último me hace pensar en la equipación de algún equipo deportivo de Los Barrios. Sin pensarlo dos veces, decido dirigirme al polideportivo.

Es un lugar modesto, pero cálido y familiar. En dos de sus lados, tres bancadas de cemento —como escalones anchos— permiten casi sentir los latidos del corazón de las deportistas. Me encanta escuchar el sonido del balón al golpear la cancha brillante, y su amortiguación con las manos: las palmas lo recogen con precisión, las yemas lo sujetan como si fueran ventosas suaves, aferrándose al ritmo del juego.

A veces juego conmigo mismo: intento adivinar, con los ojos cerrados, cuándo alguien va a pasar, cuándo es presionada por la defensa, cuándo se prepara para lanzar. El oído y el pulso me lo cuentan.

Al abrir los ojos, acerté: la jugadora local, aun siendo más baja que su oponente, la superó. Se deslizó como una mariposa que, tras libar el néctar de una flor, vuela hacia otra. El balón, obediente como un compañero de juego, tocó el tablero y agitó la red al atravesar el aro.

Las manos del equipo se felicitan con un toque suave. Desde el banquillo, todas se ponen en pie y aplauden con entusiasmo. La protagonista de los dos puntos regresa despacio, caminando hacia atrás, sin apoyar del todo los talones. Su melena negra, recogida con una goma, se balancea con cada paso como una bandera discreta de alegría.

El entrenador cruza los brazos y asiente con la cabeza, en un gesto breve de aprobación. Se nota la madurez y el amor por lo que hace. Sabe de qué se trata, y conoce las prioridades. No grita, no exagera gestos: sus indicaciones se limitan a un brazo que señala o a una mirada que apunta un detalle. Las jugadoras lo entienden al vuelo. Solo en los tiempos muertos realiza los cambios necesarios, con la misma calma con que se lee un libro bien conocido.

Desde las gradas ha surgido un aplauso suave, casi silencioso, como si supiera exactamente a quién iba dirigido. Llevaba en sí una dedicatoria invisible. Mi propio gesto de entusiasmo se sumó a ese impulso, y entre ambos alentaron a otras jugadoras, que al notarlo, respondieron con una sonrisa luminosa, como quien agradece sin palabras.

Entonces recordé a aquellos que, aburridos de todo, deambulan por el mundo como si llevaran un manojo de llaves colgado al alma, sin saber muy bien qué puerta abrir. Les vendría bien sentarse aquí un rato, aunque no conozcan a nadie. Aunque no sean familia. Bastaría con mirar. Solo mirar a esta juventud, tan viva, tan presente.

El encuentro continúa vibrante, con jugadas de calidad que se suceden una tras otra, como perlas engarzadas en un hilo de oro blanco. Todo fluye con belleza y precisión, pero también hay espacio para el error: un balón que corta el aire con demasiada prisa, un pase interrumpido por una lectura anticipada, el clásico cruce de piernas en el avance de una rival. Son fallos menores, inevitables. Con tiempo y entrenamiento se pueden pulir, aunque nunca llegarán a desaparecer del todo. El juego, como la vida, siempre guarda un margen para lo imprevisto.

Un sonido breve de bocina pone fin al partido. Las jugadoras del C.D. Montera Baloncesto se felicitan entre sí e intercambian saludos con el equipo visitante. No hay prisas. Solo gestos de respeto, sonrisas que aún conservan el ritmo del juego, y un ambiente sereno que parece envolverlo todo.

Es más que un partido. Es salud que se comparte, energía bien dirigida, cuerpos en movimiento que se entienden entre sí. Es también mente que se concentra, que aprende, que se esfuerza por mejorar. Aquí no hay rivalidades huecas, sino encuentros. Aquí se entrena el cuerpo, pero también la convivencia.

Se acerca el final de la temporada y he podido disfrutar de algunos partidos y entrenamientos. Juan, el entrenador, me comenta que solo queda un encuentro más, de los más pequeños. Pero las niñas siguen entrenando con el mismo entusiasmo. Algunos nombres suenan con alegría: jugadoras seleccionadas para representar a la provincia. Un orgullo merecido. Pero lo verdaderamente valioso no se mide por una convocatoria. Lo valioso está en cada entrenamiento, en cada compañera que anima, en cada paso que se da juntas.

Y cuando el pabellón cierre sus puertas —al menos por un tiempo— quedará flotando en el aire todo lo que no se ve: el eco de los botes, la complicidad de los saludos, el esfuerzo invisible. Será solo un hasta pronto. Porque en algún lugar, ya empieza a calentarse el próximo balón.

Nada de esto sería posible sin el apoyo silencioso pero constante de quienes están detrás. El C.D. Montera Baloncesto cuenta con la colaboración de entidades y personas que creen en el deporte como herramienta de crecimiento. A continuación, comparto el rótulo de agradecimiento tal como aparece en su página oficial de Facebook.



Agradecimientos a todas las entidades colaboradoras, según figura en la página oficial del C.D. Montera Baloncesto. Rótulo obtenido de su página de Facebook.

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