Introducción al Texto sobre el Campo de Gibraltar y La Línea
| Fotografía de fecha aproximada a la del artículo. Muestra las típicas edificaciones de color blanco | 
En las décadas de 1930, España vivía una época de grandes cambios y tensiones, tanto políticas como sociales. En ese contexto, los escritores y periodistas solían abordar temas locales y globales con una mezcla de lirismo y reflexión crítica. Uno de esos textos es este, donde el autor se detiene en el Campo de Gibraltar y, en particular, en la ciudad de La Línea de la Concepción, una población que ocupa un lugar singular en la geografía y en el imaginario andaluz.
El texto fue escrito por Luis Antonio de Vega, un periodista y escritor de la época cuya obra destaca por su mirada aguda y su capacidad de capturar la esencia de los lugares que describe. Aunque no hay certeza absoluta, todo apunta a que este Luis Antonio de Vega es Luis Antonio de Vega Rubio (1900-1977), un bilbaíno con una notable trayectoria en el periodismo y la literatura. Este autor combinó su labor periodística con un interés profundo por las tradiciones culturales y sociales, lo que le permitió trazar retratos únicos de las regiones que conoció. Su vida estuvo marcada por una fascinación por Marruecos y Andalucía, territorios que resuenan constantemente en su obra.
En este texto, La Línea aparece como un símbolo de contraste: por un lado, sus casas blancas, tan características del sur, evocan una imagen de pureza y tradición; por otro, se menciona su condición de ciudad moderna y su relación con fenómenos como la emigración y la pobreza, reflejo de las dificultades económicas de la época. Estos elementos hacen de La Línea algo más que un lugar geográfico; es una metáfora de las tensiones entre pasado y presente, riqueza y necesidad, identidad local y conexiones internacionales.
El autor, en un estilo típico de los años 30, combina descripciones poéticas con reflexiones críticas. Esto puede hacer que el texto parezca difícil de seguir o “un rollo” a primera vista. Sin embargo, al detenernos en sus palabras, descubrimos un retrato fascinante de una región que se debate entre sus raíces andaluzas y su posición estratégica como puerta de entrada a África. Leerlo hoy es una oportunidad para redescubrir el pasado de La Línea y el Campo de Gibraltar a través de los ojos de alguien que vivió un momento crucial en la historia.
Espero que esta introducción ayude a contextualizar el texto y despierte la curiosidad necesaria para apreciarlo. Ahora, os invito a sumergiros en sus palabras, que son a la vez un viaje al pasado y una invitación a reflexionar sobre nuestro presente.
Campo de Gibraltar
Gibraltar: estrecho, ciudad, peñón y campo.
¡Campo de Gibraltar! Campo de copla flamenca. Caseríos blancas de Algeciras y de La Línea de la Concepción, senderos verdes de San Roque y de los Barrios, espacio de parche más específico de la pandereta andaluza. Toda la gama del cante del sur, toda la gama de los toros de Los Barrios, de los que el poeta Villalón se lamentaba que no tuviesen los ojos verdes, la tierra, el mar y la sombra del peñón que arruga las frentes.
—¡Por ese peñón!—decía el marqués de los Castillejos—no son rampantes los leones del congreso. No se ponen de pié por que ocultan en el bronce la huella del hierro de Inglaterra!
Campo de Gibraltar, puerta de África, como Sevilla es—o debe ser —su aeropuerto.
No importa que los aviones domesticados de la C. L. A. S. S. A. ha ya suspendido sus vuelos a Larache. Tablada, muelle del aire, al aire de Africa enviará de nuevo sus aeroplanos. Fuera de Sevilla el aeropuerto de Marruecos es Marsella, los hangares distantes del mediterráneo francés. Fuera de Algeciras—de Algeciras en el campo de Gibraltar—, el puerto marroquí es Marsella también.
De Algeciras a Ceuta, la distancia que fácilmente podría saltar un mito antiguo. De Marsella a Tánger, la travesía larga, los días y las noches en el mar.
Lo mismo de Sevilla a Tánger—vía del aire—y de Marsella a Casa- blanca. aunque a veces Tánger no parezca que se puede alcanzar con la mano desde el Campo de Gibralta , sino que lo han trasladado a los antípodas de España.
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Campo de Gibraltar.
Yo pasé, en días en que la fortuna se mostraba más pródiga, por los caminos verdes de bahía—de sus pueblos. Pasé con una alegría distinta.
Pero hoy la ociosidad es forzada en el Campo de Gibraltar. Cuando los ojos saben ver no es necesario que los sabios pregunten.
Al corazón le sobran las estadísticas.
Desde que amanece y las manos de los viajeros quitan el rocío a los cristales de las ventanillas del tren. ¡Cuantos hombres en obligada holganza se ven apoyados en los muros de las estaciones!
La media luna de las hoces agrias, el signo adoptado por un pueblo de Oriente, no es aquí alegoría de cosechas fecundas. Junto a la curva tura de la hoz no está el haz de apretadas espigas... Los vinos son agrios, vinos que turban la cabeza de los camperos de! campo de Gibraltar.
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También aquí se han rebelado contra el Tabú.
Aquí también han soplado vientos de disidencia. En el campo feras de Gibraltar, en las dehesas donde pastan los toros bravos, en los diquez a cuyas sombras se unifican las aguas de las bahías.
Yo no sé si los molinos hacen ahora, con orden, sus moliendas; pero en el barco de ruedas de Algeciras van muy pocos viajeros y el camino grato de La Línea de la Concepción, el camino lleno de ruido de cascabeles y olor de yodo de mar, siente pasar un número mucho menor de ruedas enllantadas.
Y si La Línea—Dios no lo quiera—tuviese que emprender un nuevo éxodo emigratorio, tendría que buscar unas costas más lejanas, porque en Marruecos hay paz; pero no es abundante, por el momento, el trabajo.
¿Repercusión de la gran crisis mundial? Probablemente. Repercusión del ataque al Tabú... Se quiere cegarla risa del oro sobre el mármol de las ventanillas de los bancos; se quiere cegar la risa del oro, y son, no solo en el Campo de Gibraltar, sino en el mundo entero, millares de bo cas infantiles las que quedan cegadas para la risa por que en los hoga res pobres falta el pan, uno de los dos signos del emblema que se desde ña: la espiga.
El otro es el racimo
¡La espiga y la uva!
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Por la borda del navío la historia al agua.
¡Ay si pudiéramos hacer naufragar aquella historia de banderías entre un Carlos que queriendo ser tercero era el primer Carlos rebelde de España, y de aquel Felipe-tacones colorados, pelucas, casacas bordadas y enciclopedia—que para nuestra mayor felicidad nos exportaban de Austria y de Francia, con olor de pólvora en los campos y en los salones música de minué!
Toda la historia del peñón....
Por la borda del navío, como quisiera poder tirar la angustia presen te del Campo gibraltareño, de las caserías blancas de Algeciras y de la Línea de la Concepción, de los caminitos verdes de San Roque y de Los Barrios, del puerto de África...
Tan puerto de África se cree este campo, tan puerto africano es, que no se contenta con que cada día salgan y entren en su dársena barcos de Tánger y de Ceuta, con recibir los buenos días y devolver las buenas tardes, con el humo de las chimeneas navales, a Marruecos, sino que Algeciras tiene un poco de cada ciudad moruna y la misma blancura que Tetuán o que Larache, y La Línea de la Concepción se parece a los barrios modernos que forman las construcciones europeas en las ciudades moras, y el paisaje de las últimas estribaciones penibéticas es el mismo paisaje de la cadena de Andjera. (Ante esta similitud se inclina el espíritu a aceptar, como un hecho cierto, la fábula mediterránea de Calpe y Abyla, la fábula marina de Ceuta y del campo de Gibraltar.)
San Roque, Los Barrios, Línea de la Concepción...
La sirena de mi navío suene porque no crezca el musgo verde en las piedras blancas de las molinerías de la Andalucía Baja, porque los carros pasen de nuevo por las veredas cargados de maduros frutos, por que la hoz no se niegue a cortar la espiga, por todos los emblemas buenos, por la espiga y la uva, que son emblemas andaluces también.
Mancha del paisaje azu!, el motivo secular de copla flamenca, la po sesión inútil de Inglaterra, la llave que no abre ninguna puerta, la herida que no puede cicatrizar, cara al África española.
Al filósofo dice que le duele España. A España si que le duele hon do, con un dolor de estirpes y de siglos, la mancha del paisaje gaditano, de aguas, de bosques y de montañas claras.
Y con todo, con ésto y con aquello, con lo que digo y con lo que callo, que dulce campo el campo de Gibraltar, aunque los toros no tengan los ojos verdes, como quería Villalón, aunque las frentes estén surcadas de arrugas, aunque sean realidades las cosas que parecen malos sueños.
Con sal que no es de mar, sino de rencor profundo; con hierbas ma las en las rastrojeras, ¡que íntima, que adorable, esta estampa del campo de Gibraltar!
LUIS ANTONIO DE VEGA
* Publicado en el Faro de Ceuta en 1935
Eduardo Gavilán: Que manera de escribir la de este escritor...que bien define al Campo de Gibraltar de aquellos tiempos.
ResponderEliminarBuen y enriquecedor texto.
Javier Montesinos: Qué forma tan magistral y particular de Luis Antonio de Vega, de describir la zona del Campo de Gibraltar.
ResponderEliminarPrecioso.
Gracias una vez más por estos regalos.