La cultura en los muros y la indiferencia en las mentes
Hace unos días, un lector o lectora comentó en uno de mis artículos: “No hay peor ciego que quien no quiere ver”. ¡Cuánta razón encierra este dicho! Antes eran comunes y populares estas frases llenas de sabiduría, aplicadas en tantas situaciones de la vida cotidiana.
Hace ya casi cuatro años que comencé a compartir con los seguidores de esta página murales que decoran diversos edificios y en menor grado, paredes de construcciones de variada utilidades en distintas ciudades, aunque he prestado especial atención a Estepona. En algunas ocasiones, personas generosas han colaborado enviándome imágenes de murales de Sevilla. Estas obras, verdaderos ejemplos de arte urbano, son dignas de admiración. Su creación no es sencilla: trabajar sobre fachadas con texturas irregulares, desniveles y obstáculos convierte cada mural en un desafío técnico que merece admiración. Todo esto convierte el trabajo de estos artistas en una hazaña admirable. Fue con esa perspectiva de respeto y asombro que publiqué aquí las decenas de obras que embellecen notablemente esa ciudad.
Estos trabajos suelen gustar de manera general. Generan admiración y, en muchos casos, reciben comentarios favorables que exaltan tanto el talento de los artistas como el valor de quienes promueven este tipo de arte. En un gesto desinteresado de colaboración, llegué a sugerir que murales similares podrían instalarse en algunas fachadas del paseo marítimo de poniente, o en otros lugares para elevar la vistosidad en La Línea de la Concepción. Una idea que podría resultar enriquecedora para nuestra ciudad.
Sin embargo, no siempre se reciben estas iniciativas con el espíritu positivo que merecen. A veces, aparecen voces que, con críticas injustas o intereses personales, buscan desacreditarlas. Es como si ciertas ideas solo pudieran emanar de personas con un "pedigrí" específico o, peor aún, de una élite autoproclamada de semidioses. Este tipo de actitudes, que recuerdan episodios oscuros de nuestra historia, tratan de obstaculizar propuestas valiosas bajo intereses mezquinos.
Hace unas semanas, tomé fotografías de los grafitis que se han realizado recientemente en nuestra ciudad. Decidí esperar un tiempo prudente antes de escribir sobre ellos, dejando que el entusiasmo inicial se calmara. Aunque no adornan grandes edificios ni enfrentan los retos de otras obras, los autores han trabajado con profesionalidad en los espacios asignados, cumpliendo plenamente con su propósito.
Este escrito no pretende atribuir méritos ni buscar reconocimientos personales. Creo firmemente que lo bello y la buena ornamentación, con un coste razonable, siempre encuentran su lugar porque son la vía más directa hacia un entorno más atractivo. De igual manera, llegará el momento en que se reconozca la necesidad de contar con una Concejalía de Cultura en nuestra ciudad, dedicada exclusivamente a promover y cuidar el desarrollo cultural.
Permítanme ahora citar unas palabras de Antón P. Chéjov, que me parecen oportunas. En su obra Narraciones, pone en boca de Iván Dmitrich, un personaje alienado mental, la siguiente reflexión:
Cualquiera que fuese el tema, siempre llegaba a una conclusión: la vida en la ciudad era agobiante y aburrida; la sociedad carecía de intereses elevados; era una vida absurda y oscura en la que los únicos elementos que contribuían a darle variedad eran la violencia, la grosera corrupción y la hipocresía. Los miserables estaban hartos y bien vestidos, mientras que los hombres honrados se alimentaban de migajas. Hacían falta escuelas, un periódico local con una orientación honesta, un teatro, conferencias públicas, cohesión de los intelectuales. (La sala número 6, pág. 19).
Estas palabras invitan a una reflexión profunda que fácilmente conecta con nuestro contexto. Si mezclamos este pensamiento con el refrán inicial, podemos concluir: no hay peor ciego que quien distorsiona la verdad y la justicia en favor de sus propios intereses, como si aplicara al pie de la letra las enseñanzas de Maquiavelo en El Príncipe.
GRAFITIS A ESPALDAS DEL BULEVAR Y CALLE SAN PABLO
Siempre es grato informar de la integridad de las obras, desde su finalización hasta hace unos días, no presentaban maltrato.
ResponderEliminarComentario de Eduardo Gavilán: No cabe duda de lo complicado que es pintar en una fachada más sí ésta es de gran altura...pero hay verdaderos artistas del grafiti que realizan verdaderas obras de arte.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu artículo que alegran la vista a los ciudadanos y le da a la ciudad otro aspecto al mismo tiempo es como ver un museo en plena calle sin tener que guardar cola.
No comprendo que haya personas que se opongan a esta manera de embellecer las calles.
Como no comprendo como no tenemos una concejalía de cultura...hay tantas cosas que uno no comprende...lo de la frase me encanta....yo soy un enamorado de ellas...de hecho yo las anoto en un libreto y me gusta buscarle sus significados y creeme es muy dosificante pues te hace pensar y al mismo razonar.
No es tanto que se opongan, sino la paradoja que cuando son propuestas de ciudadanos a modo particular, estás son ignoradas y a veces, adornadas de críticas negativas; sin embargo, si son realizadas varios años después por el Ayuntamiento, estas reciben toda clase de proclamas favorables y se reciben con todo los honores y entusiasmo.
ResponderEliminarRien y aplauden por la ausencia de una concejalía de cultura en La Linea, incluidos los que se dan golpes de pecho presumiendo de cultos. Admiro tu conducta.
ResponderEliminarComentario de Matías: La cultura, entendida tal cual, siempre debe tener el apoyo de las instituciones y no poner obstáculos a aquellos que la promuevan.
ResponderEliminarAmigo Matías, estoy seguro que generalmente es así, pero también se produce lo contrario, es mi experiencia en los últimos años.
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