Cuando el Tiempo Era Solo Nuestro - Conversaciones del Sur
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| Del autor del artículo | 
Amanece lentamente, como si fuera una persona de edad con achaques; el color negro de la noche se va tiñendo de gris, despacio. Es una estampa de invierno, de aquellos inviernos de antes, cuando al salir debías ponerte las botas de agua. Había unas a media altura y otras que llegaban hasta las rodillas; costaba un poco meter el pie, debido a los calcetines gordos que nos ponían para resguardarnos del frío, pues decían nuestras madres y abuelas que si tenías los pies calientes el resto del cuerpo se mantenía en el mismo estado, pero lo conseguíamos usando aquellos polvos mágicos llamados talco, de un aroma que invitaba a probarlos. La indumentaria se completaba con los impermeables, cuyos botones crujían al cerrarlos. Los había de distintas calidades: algunos parecían decir “mírame y no me toques”, mientras otros venían enguatados. ¡Qué disgusto cuando el impermeable se enganchaba y aparecía un desgarrón! Tratabas de esconderlo a toda costa antes de recibir la reprimenda. Y qué ilusión salir a la calle, pisar aquellos charcos de agua y comprobar lo profundos que estaban, convencido de que no te mojarías. Nada era más creativo que hacer un barquito de papel e introducirlo en una pequeña corriente cuesta abajo que desembocaba en cualquier colector, charca o presa que habías construido con barro, al la que le incorporaba un tubito para desagüe.
Daba igual que lloviera o tronara, de cualquier modo acudías al colegio, normalmente sin más compañía que tu maleta regalada en los Reyes Magos, de material con ese olor tan peculiar a cuero. Allí la abrías y encontrabas: una libreta de dos rayas, un lápiz, una goma de borrar cuadrada, olor a natillas, un sacapuntas, eran muy bonitos los colores; nos gustaba sacarle punta a los lápices, aunque no lo necesitaran, y una cartilla de leer, ah, y a veces una caja de lápices de colores Alpino. Los mayores llevaban un solo libro, “La Enciclopedia Álvarez” 1º, 2º y 3º Grado. Parece que aún escucho, estando en clase de niño, los truenos, rayos y diluvios, mientras ejercíamos nuestra función de aprender. Algunos de aquellos maestros nos enseñaron mucho más que las cuatro reglas, como se decía, y a leer y escribir; nos mostraron el mundo, lo conveniente y lo exigente, y mucho de todo.
| Del autor del artículo | 
Qué felicidad durante aquellos momentos y el pensar que después de la tempestad, que duraba días y noches, aparecería la claridad y después el majestuoso sol; los niños correríamos en busca de los caracoles, donde más había era en las chumberas. Elegiríamos alguno para echarlos a correr, bueno, a ver su lento desplazamiento, con las antenas fuera, moviendo la cabeza y cantándoles: "caracolcol saca la cabeza y ponte al sol". Aún estaban las hierbas mojadas y oliendo la tierra, escuchaba el sonido de los pequeños arroyos y vías de agua. Los eucaliptos y pinos impregnaban con un aroma todo el ambiente, el ciclo de la vida se establecía con fuerza, sin que nadie pudiera arrancarle lo más mínimo. A menudo abandonaba precipitadamente aquella competición para refugiarme debajo de las ramas de transparentes, y permanecer inmóvil durante minutos; me entusiasmaba observar tan de cerca a los pajarillos saltar en su interior, picoteando los tallos y emitiendo aquellos leves y suaves sonidos.
Hoy, en mi recorrido mañanero, no he encontrado pozas; todo son losas y asfalto, y la lluvia intensa no tarda en desaparecer, aunque en algunas zonas aún quedan las huellas. En las calles del centro, sin embargo, todo se drena rápido. Es hermoso caminar bajo la lluvia, observando el brillo del suelo cubierto por una fina capa de agua, que deja ver una considerable cantidad de chicles en un terrazo recién puesto, viendo cómo el ritmo de cada persona cambia al compás de las gotas tras abrir con el sonido característico del automatismo de los paraguas. Me encuentro algunos padres junto a sus hijos que se dirigen hacia los colegios, quizá no sepan que hoy estaba previsto suspender las clases.
Camino hacia mi destino, perdido en estos pensamientos y realidades. Son simples, tal vez, pero me agradan. Al llegar a la cafetería de Jerónimo, me siento y contemplo el exterior, absorbiendo todos los detalles posibles. La televisión, a la que presto poca atención, habla de las inundaciones en Valencia y todo lo que las rodea; me conmuevo y entristezco por el sufrimiento, mientras espero a mi amigo Paco y me pregunto si hoy aparecerá o, en cambio, tendrá una visita prevista.
Poco a poco van llegando los clientes, cada uno representa su protocolo habitual; sin embargo, continúo ensimismado en mis pensamientos, es como si estuviera comunicándome con todos desde mi soledad. Centro mis reflexiones en las antiguas matrículas de las bicicletas, quizá por haber leído algo relacionado. En cualquier caso, me resulta atractiva y profundizo mentalmente en el tema.
Debió de ser por los años treinta o cuarenta cuando se popularizaron las bicicletas en las ciudades, especialmente en Europa y Estados Unidos; algunas autoridades locales empezaron a regular su uso. Para tan fin se pensó en una matriculación que, además de aportar unos recursos, permitía fines de control y regulación.
Las bicicletas tenían etiquetas metálicas pequeñas, generalmente en forma de óvalo o cuadrado, que eran fijadas en el cuadro de la bici, a menudo en la tija del sillín, aunque lo más común era en la barra que sujetaba al manillar. Estas matrículas o etiquetas incluían un número de registro único y, en muchos casos, el año. En algunos lugares, estas matrículas también incluían el nombre de la ciudad o del estado. Normalmente cambiaban de color cada año, lo que facilitaba a la policía y a los agentes de circulación identificar rápidamente si un vehículo estaba registrado y al día de los impuestos. Cada año se elegía un color de fondo y de textos distintos, por lo que a simple vista se podía ver si estaba actualizado.
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| Cortesía de La Línea a través del tiempo- Alberto Velasco | 
Otra utilidad de las matrículas de las bicicletas era que ayudaban a identificar biciclos robados o a sus propietarios en caso de accidente. En algunos casos era una medida de seguridad.
En pocas ocasiones estoy seguro de algo, y esta no va a ser una excepción; en su lugar, espero haberles entretenido con esta conversación, que contribuye a una visión de un tiempo más sencillo y organizado, aunque quizá menos previsor, cuando los detalles del día a día tenían un peso simbólico y práctico, y las personas un valor ilimitado. En cualquier caso, he pretendido una conexión entre el protagonista y su yo niño, cuando esos detalles lo llenaban de una alegría simple, allá en su barriada del Principe Alfonso de Ceuta o en la de cualquiera de vosotros. Esa misma alegría se las deseo a todos ustedes.


Si les ha resultado entretenido, compártanlo. Quizá haya más personas que disfruten recordando esos momentos que vivimos los niños y niñas de una época.
ResponderEliminarBuen articulo......me transporta a mi infancia pubertad.
EliminarComentario de Eduardo Gavilán: Un artículo que me hace recordar mi niñez...los barquitos de papel.,..recuerdo que los ponía en el filo de la acera que llevaba la corriente hacia la alcantarilla.
ResponderEliminarEn cuanto a las bicicletas que no podíamos tener por su coste o bien que nuestros padres no querían que tuviéramos algún percance no nos quedaba otro remedio que alquilarlas...las había de varios tamaños y frenábamos con el pié en la rueda....este taller estaba en la calle San Luis frente a Gráfica Hispana.
Cuando ya fui más mayor y pude tener una la chapa la ponía en el tubo del manillar.
Un artículo que nos lleva al cambio que ha sufrido el modo de vida en general....los niños jugábamos en la calle no teníamos tanto lujo como hoy...cuando faltaba alguno de la pandilla sabíamos que estaba castigado por alguna travesura y nos dirigíamos todos a su casa para implorarle a sus padres que lo dejara jugar...cosa que la mayoría de las veces conseguíamos...hoy día lo tienen todo más fácil pero no se le da el valor de las cosas ni las disfrutan como nosotros las disfrutamos.
Santiago tienes la virtud de embriagarnos en tu escritura y nos hace transportarnos al pasado con lo cual nos hace felices por ese momento que dura el artículo.
Gracias y esperando ya el próximo...un abrazo
Comentario de Ana María Moya: Que bonito , cada día lo haces mejor 👍
ResponderEliminarComentario de Javier Chippirraz: Es muy bonito y está muy bien escrito pero yo conectaría el final del relato con el principio.
ResponderEliminarComentario de Vanessa Olivero: Muy bonito. Hay muchas cosas que las recuerdo y otras que no he vivido, pero las había escuchado con los míos
ResponderEliminarComentario de Carmen Lavado: [19:24, 15/11/2024] Carmen Lavado: Dios mío,!!!!Una enciclopedia Álvarez, cómo un libro tan pequeño, nos pudo enseñar tanto! Cuánto tiempo estaría ese libro en circulación, hoy en día cada curso tiene un libro distinto de una editorial distinta....Nuestro Álvarez, era un cofre de tesoros, con él entramos en el mundo del aprendizaje....Gracias ,Santiago .
ResponderEliminarMis botas de agua, mis charcos, mi lluvia!!!!, qué recuerdos!
Carmen, La Enciclopedia Álvarez estuvo en circulación desde 1954 hasta principios de la década de 1970, cuando dejó de utilizarse como material educativo oficial en España.
ResponderEliminarFue creada por Antonio Álvarez Pérez, un maestro y pedagogo español, y se convirtió en el texto de referencia para la educación primaria durante el periodo de anterior régimen. Aprovecho esta información para agradecer vuestros comentarios, e informaros que es el artículo más comentado de los 223 publicados.
Doña Pura y Don Angel fueron mis primeros maestros , parvulito y primeras letras . Calle Padre Perpen y Las Flores . Las transito casi a diario , la primera todas las noches , la de las Flores cuando me paso por el taller de mi querido amigo Chippi , previo desayuno juntos , rodeado de buena gente , en casa de Jerónimo . Casi enfrente quedaba la escuela de mi maestro para el que sus padres no pudieron elegir mejor nombre . Artista , escultor y pintor . Donde andarán sus cuadros y pequeñas esculturas , me pregunto . Conoci al maestro Alvarez en una libreria de Cadiz . Unos minutos inolvidables . Con este trabajo sobre tu niñez me haces cerrar los ojos y ver la mia , parecidas o no , es lo de menos . Siempre nos queda la posiblidad de fabricarnos un barco de papel que supere todos las olas y naufragios del mundo adulto .
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