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Conversaciones del Sur-Los Invisibles que Hablan al Alma del Pueblo

 

Conversaciones del Sur-Los Invisibles que Hablan al Alma del Pueblo 

 Es refrescante ver cómo algunas personas conservan un espíritu humilde y abierto al diálogo, mostrando esa virtud especial de dudar de sí mismas y cuestionar la validez de sus propias ideas antes de exponerlas. Es una cualidad escasa en un tiempo en el que muchos se apresuran a imponer sus certezas como verdades absolutas. Estas personas, sin pretensiones ni ínfulas, se despojan de las cuatro “P”: carecen de intereses partidistas, se alejan de la presunción, rehúyen la prepotencia y evitan caer en la pretensión.

Para quienes buscan el ruido y el eco de su propia voz, sería mejor si se refugiara en su propio círculo, donde, quizá, puedan hallar una forma de aportar algo verdaderamente valioso para la comunidad. Si desean llevar un distintivo que los separe del resto, podrían inventarse una insignia, algo que anuncie su pertenencia a una comunidad que los reconoce entre ellos, que los aísla en su burbuja de autoimportancia.

Y, sin embargo, no es ése el mundo que me llama. No veo a la gente como meras figuras decorativas ni como rarezas que admirar a la distancia. Para mí, su valor radica en la honestidad de sus pensamientos y la profundidad de sus ideas, no en sus apariencias o en el hecho de que desafíen, con sus voces solitarias, el coro dominante.

En cada pueblo hay quienes, por su forma de ser, su aspecto o sus ideas, destacan de alguna manera. No son personajes ni protagonistas; son figuras que están siempre ahí, como parte de un paisaje al que todos se han acostumbrado. Los vemos en cada esquina, en los bancos de las plazas, en las fiestas locales; llevan sobre sí un aura de autenticidad, una forma de ser que parece desafiar al tiempo, pero pocas veces se les escucha verdaderamente.

Estas personas suelen ser vistas como piezas curiosas, elementos decorativos de un "cuadro de pueblo", dignos de una postal o de un retrato nostálgico. Sin embargo, detrás de sus rarezas o de su aspecto, esconden la esencia misma de la comunidad: llevan en sus palabras y en sus miradas la memoria de todo lo que ha sido, las historias de cada rincón, la sabiduría de quienes vivieron antes y los aprendizajes que se heredan sin necesidad de grandes discursos.

Y sin embargo, son tomados más como elementos simbólicos que como miembros plenos de la comunidad. A veces, es más fácil aludir a ellos como emblemas de la tradición o de “lo que fue” que escucharlos realmente, que integrarlos en las decisiones y en los pensamientos cotidianos que forman la vida colectiva. Se les honra, pero desde la distancia. Se les observa, pero sin permitir que su voz suene demasiado alto, como si estuvieran condenados a ser eternamente figuras pintorescas, pero nunca agentes de cambio o de consejo.

Es una paradoja: aquellos que representan la identidad misma del lugar, su idiosincrasia más pura, son relegados a un espacio de ornamento, de "peculiaridad decorativa", en vez de ser reconocidos como el alma de la comunidad.

¿Cómo sería el pueblo si realmente los integrara, si escuchara sus voces y las tejiera en la trama de su día a día? Quizá esa es la verdadera fortaleza que, sin saberlo, necesitamos.

Abro las puertas de mi alacena, donde conservo los recuerdos más preciados, y de un modo mágico surgen aquellos adecuados para cada momento. Entre una amplia gama, elijo algunos que extiendo sobre este texto, como si de un tapiz multicolor se tratara, para que el sol que representan cubra de luz las sombras de este trabajo.

Las calles de esta ciudad han extraviado el eco de aquellos tacones, la escultura de una mujer de asombrosa elegancia que recorría las baldosas con una gracia tan exquisita como inolvidable.

El roce de los dedos sobre las cuerdas de su guitarra convertía el sonido en una explosión de melodías, ágiles y vibrantes, en manos de un virtuoso que hacía magia con cada nota.

Detrás de un modesto carro cubierto por un plástico blanco, con decoraciones navideñas colgando de los bordes, se esconde un auténtico artesano y empresario, una figura tan tenaz como creativa.

La música, que antes caminaba errante por las calles, ahora pedalea lentamente en una bicicleta, decorada con piezas de ciencia y mecánica, ahogada por las normativas que parecen querer acallarla.

El banco al costado del templo, ahora vacío, fue trono de la indigencia y manantial de frases humanas y hermosas, que florecieron a partir de una vida a la intemperie.

Las voces del arte, que antes rebotaban entre las paredes y resurgían en la penumbra de una sala, parecen ahora acalladas. Aún quedan ecos de letras, de copas alzadas en la noche, pero cada vez son más escasos.

 El viento de levante asola con vehemencia, arrasando como siempre lo ha hecho toda semilla de cultura que intentara echar raíces en esta tierra. Como un rosario de dunas que se mueve sin cesar, se agita ante cualquier indicio de prosperidad cultivada.  



Comentarios

  1. Me ha encantado los mensajes y como los dice. Enhorabuena.

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  2. Carmen por WhatsApp: Bueno, aquí me quito el sombrero ,como dicen en mi pueblo. Que maravilla, qué forma más bonita de describir a ciertos personajes de la Ciudad. Con tu poema, porque esto que has escrito o es, he reconocido al gran Juan Mesa, a Nena García, más conocida como la malagueña, ella y sus hermanos eran conocidos como los malagueños, nos volvíamos para verla pasar. Al chico de la bicicleta que con su perro y adornos, nos trae la canción española a la calle. No he reconocido al señor del carro con el plástico, pero eso me lo aclaras tú cuando puedas. Magnífico todo lo que has escrito.👏👏👏👏👏👏

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  3. De verdad, muchas gracias por los comentarios que desde distintos medios me hacéis. Os quedo agradecido. Carmen, has acertado.

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  4. Eduardo Gavilán comenta por WhatsApp: Impresionante y real como la vida misma,..que bien has descrito la manera de ser de cada cual....pero yo me inclino con los que de una manera u otra con sus maneras de actuar o recordar las cosas buenas de otros tiempos como este hombre de la bicicleta con sus adornos y melodías de otros tiempos trata de que no todo se guarde en el baúl de los recuerdos...a esas gentes humildes que no se abren camino a codazos por ser protagonista.
    Santiago una vez más.... chapó....eres grande sin quererlo ser.
    La portada del artículo maravillosa

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