Actitud y Aptitud: Dos Columnas de Nuestro Crecimiento
Se produce con cierta frecuencia que amigos vinculados con esta página, “Así lo Cuento Cultural”, me sugieran temas a tratar. Cada vez más personas comparten comentarios sobre los variados artículos que publicamos. Que esto ocurra es motivo de satisfacción para todos, ya que refleja el interés por las manifestaciones culturales que tratamos con rigor y ánimo de extender el conocimiento. No oculto mi entusiasmo al ver cómo aumenta el número de personas que desean leer y compartir lo que escribo.
Nunca he pretendido demostrar un conocimiento que no poseo. Si alguna virtud tengo en estos asuntos, quizá sea la de intuir lo que agrada a quienes comparten conmigo momentos sencillos: una conversación en un lugar apacible, mientras camino o me detengo ante algo que llama mi atención.
A veces, mientras trabajo, recibo visitas de amigos o conocidos que me alegran el día con un saludo. En las ciudades, estos gestos pueden pasar desapercibidos, pero para mí tienen un valor profundo. Hace pocas horas, conversé con mi amigo Félix Nieto, profesor de matemáticas y colaborador de la revista El Cultural de La Línea. Félix me propuso un reto: escribir sobre la actitud y la aptitud.
De inmediato no supe qué responder. ¿Qué podría aportar yo sobre un tema tan amplio, tratado por filósofos y escritores a lo largo de la historia? Sin embargo, después de reflexionar, mientras ojeaba algunos libros sobre la temática, me entretuve con mi preferido desde hace muchos años, uno de mis libros de cabecera: El Criterio de Jaime Balmes. Pensé que quizá, aunque no diga nada nuevo, puedo hacerlo de manera distinta. Porque mientras otros escriben desde la teoría, yo lo hago desde lo cotidiano.
Ellos no conocen a la encantadora Rocío, de la gestoría, que imprime los artículos, ni a mi amiga Carmen, con una inquietud que para ellas quisieran chicas veinteañeras. Tampoco saben qué inquieta a Jerónimo o qué dudas puede tener Paco, no pueden imaginar la pasión que le pone Eduardo. Estoy seguro de que no conocen a María Teresa, ni a la entusiasta lectora Ana María, ni a otros muchos que me reservo para que nadie piense que pretendo encumbrar esta página o lo que escribo. Ellos conocen a otras personas y probablemente escriben pensando en ellas o imaginando cómo son.
Yo sí. Estoy aquí, las veo, converso y comparto un entorno. Por tanto, no son algo desconocido ni objetos virtuales que, cuando me apetece, pulso el botón de off, apagado, y me olvido. Quizá pueda abrir una pequeña ventana que invite a reflexionar sobre cómo somos (actitud) y lo que sabemos hacer (aptitud). Al fin y al cabo, la cultura no solo vive en los libros ni en escenografías y mucho menos se le puede dar vida mediante un organigrama: está en nuestras acciones, en nuestras relaciones y en las personas que nos rodean.
Ahora que ya hemos colocado la primera piedra, continuemos elevando un edificio que nos permita albergar nuestros conocimientos. En este edificio, la actitud sería la base: nuestra disposición emocional frente a los desafíos. Puede ser positiva o negativa, decidida o dubitativa, alegre o melancólica. Es una manifestación que nace de lo profundo de nuestro ser y refleja nuestro sistema emocional.
En un nivel más profundo, nuestra actitud está influenciada por respuestas primarias que nos acompañan desde los primeros días de la humanidad. Este sistema primitivo, grabado en nuestra evolución, actúa como un resorte automático: nuestro corazón se acelera ante una señal de peligro sin que intervengan la razón ni el aprendizaje; el instinto de conservación; el llanto de un bebé cuando tiene hambre. Estas respuestas son esenciales para nuestra supervivencia. Sin embargo, lo que nos define como seres humanos es la capacidad de pausar, reflexionar y transformar estas reacciones instintivas en decisiones conscientes. Es aquí donde la actitud, apoyada por la razón, puede moldear nuestro comportamiento y enriquecer nuestra vida.
La aptitud, en cambio, es distinta. Es el resultado de nuestro aprendizaje, aquello que adquirimos a través de la enseñanza en casa, en la escuela, con los amigos o mediante la experiencia. Aunque una chispa de creatividad puede ser innata, la mayoría de nuestras habilidades son fruto del esfuerzo, la práctica y la memorización. Además, parte de lo que somos lo hemos heredado de generaciones pasadas a través de los genes. Pero incluso lo heredado puede moldearse. Una persona con inclinaciones agresivas, por ejemplo, puede "domesticar a la fiera" mediante el conocimiento, al igual que un jardín descuidado puede florecer con el cuidado adecuado. Recuerden, como estos arenales hubo un tiempo que albergaron exuberantes viñedos, y como en Sierra Carbonera campaban entre las frondosas arboledas una profusa fauna, gracias al cuidado de unas manos.
Lo interesante es cómo ambas están conectadas: el aprendizaje se facilita con una buena dosis de actitud. Una mente curiosa, dispuesta y abierta es el terreno fértil donde las aptitudes germinan y florecen. El aprendizaje no tiene limitaciones de edad ni tiene por qué disminuir con los años. Es el fruto de una inercia que hemos alimentado en otras fases de nuestra vida.
La actitud y la aptitud no son independientes: son dos caras de la misma moneda. Una actitud abierta no solo nos permite adquirir conocimientos, sino también aplicarlos, mientras que las aptitudes que desarrollamos influyen en nuestra disposición emocional al enfrentarnos a nuevos retos. Juntas, forman el cimiento y la estructura del edificio de nuestra vida.
Aunque estamos parcialmente condicionados por nuestra naturaleza y herencia, no somos prisioneros de ella. La razón actúa como un aliado, capaz de ayudarnos a tomar conciencia de nuestras limitaciones y dirigir nuestros esfuerzos hacia el cambio. Si el aprendizaje es la esencia del progreso, una pequeña toma de conciencia puede ser la chispa que reoriente una actitud, equilibre una aptitud o incluso transforme una inclinación hereditaria.
Cada pequeño acto de aprendizaje, cada esfuerzo por mejorar nuestra actitud, es un ladrillo más en el edificio de nuestra vida. No importa cuán lejos hayamos llegado; siempre podemos fortalecer nuestra base y construir algo más sólido y significativo.
¿Qué lugar ocupa la actitud en tu vida diaria? ¿Cómo usas tu aptitud para convertirla en acción? Estas preguntas son un buen punto de partida para seguir construyendo nuestro propio edificio.

Quizá este trabajo admita abrir un debate sobre la actitud y la aptitud de los pueblos; en este, en particular, es un tema prioritario. Sin embargo, he preferido mantenerlo en un plano personal, explorando cómo estas dos dimensiones nos moldean en lo cotidiano.
ResponderEliminar¡Filosofía pura Santi! Este profundo artículo da para una buenas tertulias acompañadas de unos cafés. Enhorabuena otra vez, te has salido.
ResponderEliminarMuy bien explicado. Gracias por compartir
ResponderEliminarMuchas gracias. Sí, estoy convencido que sería muy interesante y conveniente, conversar de modo sosegado frente a un café.
ResponderEliminarComentario de Eduardo Gavilán: Una vez leído el artículo....mi actitud es la de sonreír y que pensarán los que leen las opiniones?.. pués muy fácil...la actitud y aptitud que Santiago a mostrado al componer este artículo al que yo titularía¡¡ Félix has despertado a la fiera!! Jajajaja...lo comprendéis ahora el motivo de esa sonrisa?
ResponderEliminarSantiago al que creo conocer bien en un momento fue un labrador de historias...pero para mí se ha convertido en la actitud de querer seguir arando dentro del conocimiento y a la paz ha conseguido esa aptitud por los conocimientos adquiridos en su esfuerzo por informarnos.
Increíble el artículo aunque le pertenece a Félix ponerle nota.... aaaaaaah y perdón por lo de fiera jajajajaja
La mención de la palabra columna en plural siempre me lleva a pensar en las que se colocan delante de algunos templos antes de llegar a la puerta de entrada . Y como no , en las de Hércules , aquel héroe que en uno de sus trabajos separa un continente para que se formen dos . Aludes en la frase de cabecera también al crecimiento . Puede que nuestro Herakles legendario no haga más que recordarnos ese momento en que el humano se vuelve bipedo . Sobre sus dos piernas , poniendo en vertical los huesos de las mismas . Liberando las extremidades superiores para ir creando un mundo nuevo , más pleno de aptitudes . Abriendo el paso para que podamos adentrarnos en un mar desconocido aun Encara su vida con una actitud renovada , camino de convertirse en sapiens , de empezar a sentirse verdaderamente humano . Las unas y las otras , las extremidades , se complementan para ayudarnos a edificar eso que tu tan acertadamente llamas albergues de los conocimientos . Con ambos palabros , actitud y aptitud , siempre me he hecho un poco de lio . Tu magnífica reflexión me lo deja muy claro . El combustible que mueve el motor de mi actitud son las vidas que me rodean , vosotros . Mi aptitud ? permanentemente en modo AYUDA A quienes forman parte de mi vida cotidiana . Al Gato y al Gavilan , Santi , no los pierdas de vista . Cuidado con los dos .
ResponderEliminarComentario de María Teresa: Santi, siempre muy interesante gracias
ResponderEliminar