El Descubrimiento del Mundo Invisible: Las Lentes de Antón van Leeuwenhoek
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La tarde estuvo marcada por un viento de poniente que, aunque comenzó como una suave brisa, fue cobrando fuerza hasta convertirse en un aire cálido que hacía incómodo el caminar. Por eso, preferí dedicar el tiempo a recorrer mis archivos, idear nuevos proyectos y, de vez en cuando, levantar la mirada para perderla en la lejanía. Allí, a muchos kilómetros, el verde cercano se fundía con el azul profundo del mar, mientras las blancas construcciones se recortaban en el horizonte.
Entre las numerosas lecturas y autores que consulté, me detuve en Isaac Asimov, cuyas obras siempre logran entretener y enseñar sobre personajes relevantes de la historia. Tras sumergirme en sus páginas y chapotear entre figuras como Arquímedes, Gutenberg, Copérnico, Galileo, y William Harvey, me encontré con un personaje menos conocido para mí. Decidí repasar su biografía y ahora la comparto.
Se trata de Antón van Leeuwenhoek (1632-1723), un científico neerlandés conocido como el "padre de la microbiología". Aunque no era científico en el sentido formal, pues carecía de formación académica en ciencias, sus contribuciones al estudio de los microorganismos fueron revolucionarias.
Nacido en Delft, Países Bajos, Leeuwenhoek no provenía de una familia académica ni recibió una educación universitaria. Comenzó su carrera como comerciante de telas, lo que despertó su interés por la fabricación de lentes para examinar la calidad de los tejidos. Este interés evolucionó rápidamente, y Leeuwenhoek empezó a fabricar sus propias lentes, algunas de las cuales eran las más avanzadas de su tiempo.
Asimov relata que un día, mientras estudiaba una gota de agua putrefacta con una de esas lentes, Leeuwenhoek vio algo que nadie había imaginado antes: diminutos animales, demasiado pequeños para ser vistos a simple vista, se movían, se alimentaban, nacían y morían en esa gota de agua, que para ellos era todo un universo.
Aunque no inventó el microscopio, Leeuwenhoek perfeccionó la técnica de fabricación de lentes, creando microscopios de una calidad sin precedentes, capaces de aumentar hasta 270 veces. Con estas herramientas, comenzó a explorar el mundo microscópico.
A través de sus observaciones, Leeuwenhoek descubrió un universo invisible para el ojo humano. Fue el primero en describir microorganismos como bacterias, protozoos, espermatozoides, glóbulos rojos y otros "animalículos", como él los llamaba. Estas observaciones sentaron las bases de la microbiología como ciencia. Los objetos que observaba eran de lo más diverso: insectos, gotas de agua, raspaduras de dientes, trozos de carne, cabellos, semillas. Y todo lo que veía lo dibujaba y describía con una precisión inigualable. En 1665 observó capilares vivos, aquellos diminutos vasos que conectan arterias con venas, descubiertos cuatro años antes por un italiano. Sin embargo, Leeuwenhoek fue el primero en ver cómo la sangre circulaba a través de ellos. En 1674, identificó los corpúsculos rojos que dan color a la sangre.
Van Leeuwenhoek escribía largas cartas a la Royal Society, detallando sus lentes y todo lo que veía a través de ellas. La Sociedad, asombrada, probablemente dudó al principio. Pero en 1667, Robert Hooke, miembro de la Sociedad, construyó microscopios siguiendo las instrucciones de Leeuwenhoek y halló exactamente lo que éste había descrito. Después de eso, no quedó ninguna duda. Aún menos cuando Leeuwenhoek envió 26 de sus microscopios como regalo a la Sociedad, permitiendo que todos los miembros pudieran observar por sí mismos.
En 1680, Van Leeuwenhoek fue elegido miembro de la Royal Society. Un pañero sin apenas estudios pasó a ser el miembro extranjero más famoso de la Sociedad. A lo largo de su vida, envió un total de 375 artículos científicos a la Royal Society y 27 a la Academia Francesa de Ciencias. Aunque jamás abandonó Delft, sus trabajos lo hicieron famoso en todo el mundo.
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