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El Arte de Descansar a Mi Manera

 

El Arte de Descansar a Mi Manera

Hace unos días, a raíz de un artículo, Paco Santos me preguntó si alguna vez descansaba. Claro que descanso, pero a mi manera. Encuentro descanso caminando entre el verde de los matorrales, inhalando el aroma salino de las algas mientras recorro senderos costeros, o contemplando cómo las olas se estrellan contra la arena y las rocas, escuchando el arrullo rítmico de su vaivén. Me relajo viendo cómo el chorro de una fuente se eleva y el agua cae suavemente, caminando por una calle medio vacía sin el estruendo de los vehículos, escuchando a personas inteligentes hablar de sus temas con un tono moderado, recibiendo una sonrisa acompañada de un buenos días, sumergiéndome en una lectura fascinante, o compartiendo un abrazo, ya sea pedido o espontáneo.

Hace poco, sentí la necesidad de tomar un respiro y caminé hasta la Plaza del Ajedrez en Estepona. Algunos de vosotros conocéis mi pasión por el ajedrez. Era temprano y apenas había alguien a la vista. Me senté y contemplé el recinto en su totalidad: las mesas con los tableros grabados en piedra, el gran tablero en el centro de la plaza, los bancos, y el verde que se asomaba entre los asientos. Mientras observaba, los recuerdos empezaron a brotar como una catarata incesante.

Me incliné hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas y la mandíbula en las manos, y dejé que los recuerdos me envolvieran. Pensé en los amigos que he conocido a lo largo de los años vinculados con esta práctica, algunos ya desaparecidos, otros que aún conservo. Reviví momentos maravillosos con gente amable y respetuosa, personas que rebosaban gratitud. Decidí dejar en el olvido a quienes no merecen un espacio en mi memoria.

Disfruté rememorando aquellos tiempos, los torneos de Linares, el Campeonato del Mundo en Sevilla, los Campeonatos de Andalucía y España, el Torneo URSS vs. Resto del Mundo, y los que organizamos en nuestra ciudad. Recuerdo con una sonrisa las anécdotas, como aquella vez que con mi amigo Miguel Ángel nos colamos en la sala de análisis del Campeonato del Mundo, codeándonos con los mejores jugadores del momento y con antiguas figuras.

.Finalmente, levanté la cabeza y contemplé los tableros de ajedrez que me rodeaban, y sentí que la plaza adquiría una belleza añadida. Es un lugar que frecuento y que siempre me llena de satisfacción. Y así, de este modo, también descanso.











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