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Recuerdos de La Línea: Un Viaje a Través del Tiempo y las Páginas del Diario ÁREA

 

Recuerdos de La Línea: Un Viaje a Través del Tiempo y las Páginas del Diario ÁREA

                                          Fuente: ÁREA -02-09.-1969 AREA DECÍA

 

Recuerdo con gran satisfacción mi llegada a La Línea, entrando por el puente del río Cachón de Jimena. Los primeros pasos por el centro me entusiasmaron; en aquella época, la calle Real estaba llena de vehículos y las aceras rebosaban de gente en un bullicio indescriptible. Simpatizaba con el guardia que siempre estaba entre el Ayuntamiento y la calle Doctor Villar. Mi paseo desde el campo de fútbol hasta la Iglesia Virgen del Carmen en 1975 me llenaba de emoción. El trayecto, aún en construcción, prometía ser un paseo agradable.

Las personas con las que interactuaba eran amigables y acogedoras, sin hacer distinciones. Mi naturaleza extrovertida me facilitaba relacionarme. Poco después, gracias a mi interés por el ajedrez, me acerqué al Círculo Mercantil, un lugar que se convirtió en mi universidad popular. Allí conocí a personas dignas de aprecio: serias, formales, educadas y respetuosas, que me tendieron la mano. Mi afición por practicar fases en los primeros compases me aportó un gran beneficio; al observar, hablar poco y escuchar mucho, me gané auténticas amistades. Algunos incluso me confiaron secretos inconfesables durante muchos años.

En la sala de ajedrez también se encontraban diarios de todas las líneas políticas, siempre disponibles. Me fascinaba observar a los socios buscando su preferido, y casi siempre acertaba cuál elegirían. Los diarios deportivos también tenían su clientela, pero el más popular era el ÁREA, el del Campo de Gibraltar que atendía las cuestiones locales. A pesar de la abundancia de ejemplares, era difícil conseguir uno; mientras alguien lo leía, otro lo reclamaba para cuando terminara. Los lectores comentaban las noticias, y recuerdo el revuelo cuando Gómez Rubio, su director, escribía sobre algún asunto de máximo interés.

Posteriormente, tuve la oportunidad de colaborar con artículos sobre ajedrez e informar a otros redactores y a mi amigo Manolo Pérez sobre encuentros importantes. Cuando visitaba la sede del diario, me encantaba el olor a tinta y ver a los trabajadores preparando la próxima tirada. Otra imagen que permanece en mi memoria es ver al repartidor temprano cada mañana en la gasolinera de la Avenida España pregonando “¡ÁREAS, ÁREAS!” y los vehículos que circulaban para el trabajo recibiendo el ejemplar por la ventanilla, abonando su precio.

Recuerdo que tras mi inclusión en la Peña de ajedrez, acudía casi a diario al Círculo. Las partidas con Venancio Gavira eran simpáticas; le recuerdo con su cigarro, camisa blanca cayéndosele la ceniza encima y repitiendo ante una jugada comprometida: “No quiero problemas ni problemasa y menos con la Tomasa”. En cambio, las partidas con Antonio Perales, y sobre todo con Miguel Ángel Díaz, eran distintas, con un alto tono de estrategia y teoría. Como suponen, podría ocupar bastante espacio de esta crónica relatando multitud de anécdotas.

Además de las personas citadas, conocí a Antonio Moya Calvente, un hombre con un porte impecable, al que acudían algunos en momentos de apuro. También estaba Juanito Martínez, siempre con su lupa en el bolsillo para echar un vistazo a las joyas que necesitaban reparación. Era el hombre que nos planteaba a menudo problemas sobre el tablero. Muchos otros nombres recorren mi mente: José Avilés, Fernando Muñoz, José Verdugo, José Manuel Cuadro, y muchos más, personas que nunca olvidaré.

La Línea en aquellos años, y a pesar de algunos reveses, vivía un marcado optimismo y esperanza. En el Instituto Menéndez Tolosa asistían un nutrido grupo de personas adultas que recibían clases nocturnas. Varios grupos culturales de distinta naturaleza se reunían en distintos puntos de la ciudad. Las fiestas, aunque sin aires de grandeza, tenían cierto auge impulsado por el comercio y el turismo. Un numeroso grupo de periodista se daba cita a diario en la cafetería Okay, para tomar su café y debatir. En el Campo de Gibraltar se vislumbraba un movimiento favorable, sobre todo en el ámbito industrial. El Diario ÁREA jugaba un papel notable en mantener a la comunidad informada y unida, ofreciendo noticias locales y comarcales vitales para la vida cotidiana.

El Diario ÁREA no solo informaba, sino que también educaba y conectaba a las personas. Recuerdo artículos que destacaban logros locales, abordaban problemas sociales y ofrecían una plataforma para el debate público. El diario era una fuente de orgullo para los residentes del Campo de Gibraltar, aunque con algunas carencias, pero con posibilidades de resolución. Algunos de los artículos más memorables fueron los escritos por Gómez Rubio, cuyo estilo incisivo y en defensa de la ciudad provocaba discusiones y reflexiones entre los lectores. No quiero olvidar las crónicas deportivas, y menos aún aquellas imágenes de Manolo Pérez, denunciando ciertos deterioros en la ciudad. Ese trabajo, lejos de suscitar animadversión, generaba un sentimiento de apoyo y solidaridad; muy alejado de lo que ocurre actualmente.

Comparando esos tiempos con el presente, es evidente cuánto han cambiado La Línea, su gente y el periodismo. La digitalización ha transformado la manera en que consumimos noticias, haciendo la información más accesible, pero también más efímera. Aun así, el espíritu del Diario ÁREA persiste en su versión digital, adaptándose a los nuevos tiempos mientras continúa siendo una fuente fundamental de noticias para la comunidad. A lo largo de estos años, he podido leer muchas noticias impregnadas de imparcialidad, bien tratadas, formidablemente escritas y fidedignas.

Me gustaría pensar en la posibilidad de un retorno en papel de aquel medio que conocí. Quién sabe lo que ocurrirá en los próximos tiempos. Mientras tanto, quiero recordar y honrar con todo merecimiento a aquel ÁREA y a sus trabajadores, que formaron y forman parte de nuestra información diaria.


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