Anécdotas de enfermeras
El Hospital del SAS de La Línea de La Concepción es un micromundo en el que las enfermeras se conocen entre sí desde que se inauguró, y la gracia con la que cuentan todas sus anécdotas es de lo más andaluz. Para empezar, M. J. S. trabaja en el laboratorio desde marzo del 92, quince años de sus cincuenta y dos.
M.J.S.
Una vez en Urgencias le quitaron la dentadura postiza a una señora y, antes de subirla para ingresarla en planta, alguien con la bulla cogió los dientes y se los colocó. Cuando la hija entró en la habitación para estar con su madre, le vio la cara toda deformada, con la mandíbula ladeada. Le extrañó, porque pensaba que su madre estaba mala pero no para estar tan desfigurada, no obstante llamó a todos los hermanos y demás parientes porque creía que se moría. En el ínterin, alguien se percató de que pasaba algo raro, y se dieron cuenta de que le habían colocado la dentadura de un hombre, con lo cual se la quitaron, la desinfectaron y subieron, esta vez sí, con la suya. Entraron médicos, ATS y demás. Como si fueran a hacer una gran operación para impedir que nadie más entrara en la habitación. Cuando les dejaron acceder de nuevo, la hija se tranquilizó: —¡Ay, ésta sí es mi madre, ya por lo menos tiene la carita con la que entró!
Fuente: Anécdotas de enfermeras de Elisabeth G. Iborra
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