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La atracción del pasado

 

La atracción del pasado

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Conozco a varios artistas, especialmente pintores, fascinados por capturar en sus obras elementos antiguos como puertas, ventanas y viviendas en ruinas o a punto de estarlo. Me vienen a la mente Inmaculada y Andrés, quienes podrían estar interesados en algunas de las imágenes decadentes que guardo en mis archivos.

 Personalmente, siento una especial atracción por los objetos en desuso. Puedo pasar horas explorando los vestigios de una casa en ruinas, examinando minuciosamente una puerta antigua o el marco de una ventana. Las vigas de madera y la disposición de los ladrillos capturan particularmente mi atención; siempre me detengo a analizar y tocar esos materiales. Para mí, parece que siempre queda un halo de vida palpable en el aire, y nunca me marcho sin antes posar mi mano sobre estos vestigios y mantenerla allí por un momento, como un gesto de respeto y conexión con el pasado.

Hace unos meses, mi amigo Eduardo Gavilán, sabedor de mi afición, me invitó a explorar un antiguo edificio que, hasta entonces, yo desconocía. Descubrí maravillas entre los escombros y las estructuras derrumbadas, cada uno contando su propia historia fascinante. Algunas partes seguían en pie, desafiando el tiempo y el abandono, así como las inclemencias del clima. Podría compartir alguna de estas historias, pero es posible que me consideren un poco anticuado. Sin embargo, como es habitual en mí, no me reservo estos descubrimientos; prefiero compartirlos, aunque sea de manera limitada.

No planeo mostrar un reportaje completo, pero sí quiero compartir algunas fotografías para ofrecer una visión de este lugar. Las imágenes irán acompañadas de una breve descripción, gracias a la información que Eduardo obtuvo de Pedro, quien a su vez ha recopilado varios detalles de su historia.

El lugar en cuestión, fue propiedad de residente del Tesorillo y le pone de nombre Cortijo Brasiano. En 1890 fue adquirido por D. Adolfo Pérez Ruiz, quien le cambió el nombre a Virgen del Carmen, como todavía se le conoce hoy, aunque también es referido como el Cortijo de los Pérez. Originariamente, la finca se dedicaba al cultivo de trigo, melones y tomates en sus 270,000 metros cuadrados, lo que también permitía actividades ganaderas.

D. Adolfo, originario de Granada, era propietario de la tienda de tejidos "Ciudad de Londres" en La Línea de la Concepción. Casado con Carmen Herrero León Tuvieron tres hijos.

En 1976, las tierras y el cortijo fueron arrendados a un conocido ganadero linense, quien no solo pactó la cría de reses bravas, sino que también construyó una plaza de toros para entrenar vaquillas y al parecer organizar fiestas y eventos corporativos, dejando su marca con las iniciales CE, de Curro Escarcena. Actualmente, las tierras podrían estar arrendadas a otro ganadero.

Puerta de entrada a la plaza

Puerta de la plaza desde el interior

Plaza  de toros


Parte del cortijo


Vista del cortijo más amplia

Uno de los burladeros


Tras la primera entrada de la Virgen del Carmen- 2º entrada

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