Centro de Higiene y Estación sanitaria
Antes de comenzar la redacción de cada artículo, dedico un tiempo a reflexionar sobre su contenido. La introducción, en particular, adquiere una importancia significativa, ya que refleja la sociedad en la que vivimos. Sin embargo, a menudo me encuentro lamentando la necesidad de reducir el contenido, el cual considero sumamente interesante por su aporte histórico, arquitectónico o social a nuestra ciudad. Además, siento una cierta incomodidad al dejar de lado el análisis comparativo con otras épocas o lugares. Estas dificultades persisten y a veces me dejan con la sensación de que mis trabajos carecen de sustancia, especialmente al revisar los expedientes y datos acumulados tras horas de trabajo.
Recientemente, al adornar el inicio de la avenida España con fotografías acompañadas de un breve artículo titulado "Puntos de la ciudad con sensaciones positivas", recibí una respuesta muy favorable. En una de las imágenes se vislumbraba un edificio del cual hoy deseo compartir su historia.
A lo largo de diferentes períodos, La Línea ha enfrentado epidemias como el tifus, la viruela, el cólera morbo y la fiebre amarilla, algunas con impactos más devastadores que otras. Muchos de estos brotes tuvieron origen en Gibraltar, donde eran introducidos por barcos que atracaban en su puerto. El comercio y los jornaleros provenientes de la región contribuían a su propagación. Este tema será abordado en profundidad en otra ocasión.
A pesar de los esfuerzos por implementar medidas de control en aduanas y puertos, que incluían regulaciones y servicios sanitarios limitados, estas siempre resultaban insuficientes. Se recurría a cordones sanitarios, cuarentenas y fumigaciones con la intención de restringir el movimiento de personas, una situación caótica que afectaba especialmente a la economía de los más desfavorecidos.
La implementación de estaciones sanitarias fronterizas, destinadas a prevenir la importación de posibles epidemias por tierra desde países vecinos, representó una de las medidas fundamentales impulsadas por los acuerdos internacionales para superar las anteriores estrategias ineficaces. Este compromiso se vio reforzado por el Convenio de París de 1903, especialmente en respuesta a la amenaza del cólera que surgió en Rusia en 1907. En consecuencia, España asignó fondos extraordinarios al Ministerio de la Gobernación con el fin de modernizar y expandir las instalaciones y el personal encargado de la salud pública en las fronteras
Se establecieron tres niveles de estaciones sanitarias en las fronteras terrestres: de primera categoría, ubicadas en las entradas de las vías férreas internacionales; de segunda categoría, en los cruces fronterizos de las principales carreteras; y de tercera categoría, en lugares cercanos a las principales rutas de comunicación con Portugal y Francia. Estas estaciones estaban equipadas con estufas de desinfección, cámaras de desinfección con formoldehído, dispositivos de desinfección con lejía y pulverizadores de sustancias antisépticas.
El ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva y Peñafiel, fue el responsable de administrar los dos millones concedidos por el crédito, de los cuales un millón y medio se destinó a la construcción de edificios y adquisición de equipo, y las quinientas mil pesetas restantes se asignaron al personal. Esta obra sanitaria en España se desarrolló durante los años 1910-1912. (Véase Murillo, F. (1909: 37-46)).
Los augurios se confirmaron en el verano de 1907 cuando el cólera hizo su aparición en Rusia con gran intensidad. En ese momento, el estado de preparación sanitaria de nuestro país ante la amenaza de una epidemia exótica era lamentable, según lo expresado por las autoridades de salud: las fronteras terrestres estaban completamente desprotegidas y la mayoría de los puertos carecían de los recursos más básicos para evitar una posible invasión de tan grave enfermedad por vía marítima.
Ante esta situación, se tomó de inmediato la decisión de construir dos nuevas estaciones fronterizas terrestres en la frontera con Francia, en Irún y Port-Bou, así como cinco en la frontera con Portugal, en Badajoz, Valencia de Alcántara, Fregeneda, Fuentes de Oñoro y Tuy, y una en La Línea de la Concepción, en el Campo de Gibraltar.
Además de estas medidas, se destinaron fondos para mejorar los recursos sanitarios en muchos puertos. Estas mejoras, sumadas a las iniciativas llevadas a cabo por las juntas de obras de los puertos en respuesta al llamado del Ministerio de la Gobernación, contribuyeron significativamente a mejorar el servicio de prevención y control de enfermedades en los puertos.
Sumergidos en el trasfondo histórico de La Línea de la Concepción, descubrimos la crónica de su Estación Sanitaria, cuidadosamente registrada en las páginas de la Gazeta de Madrid. Este relato nos lleva a través de desafíos y triunfos, reflejando decisiones gubernamentales y dedicación a la salud pública.
El 17 de septiembre de 1909, bajo la mirada del Ministerio de la Gobernación, una Real Orden sancionaba el inicio de un ambicioso proyecto: la construcción de una Estación Sanitaria fronteriza en La Línea de la Concepción. El presupuesto asignado, 36.229 pesetas y 66 céntimos, era el primer paso hacia la materialización de esta empresa de salud pública.
Sin embargo, los obstáculos surgieron pronto. El 17 de octubre del mismo año, la primera subasta quedó desierta, dando paso a una segunda tentativa. La persistencia no cesó, y el 27 de noviembre, autorizada por el Ministerio de la Gobernación, se contrató sin las formalidades habituales de subasta.
Fue en el año 1910 cuando la Estación finalmente se erigió, un bastión contra las amenazas de enfermedades exóticas y un símbolo de progreso sanitario en la región.
Pero la lucha contra las epidemias era una batalla continua. En 1911, tras el fin de la epidemia colérica y en medio de restricciones presupuestarias, la Estación de La Línea de la Concepción pasó a un estado pasivo, con el médico inspector y el personal de mantenimiento como únicos guardianes de su infraestructura.
No obstante, la historia tomó un giro en julio de ese mismo año. Ante las alarmantes noticias sobre la salud pública en Europa, se ordenó reactivar las Estaciones Sanitarias de primera clase, aunque no me deja claro si era incluida la de La Línea de la Concepción. Una comisión, encabezada por el inspector provincial de Sanidad, Wistano Roldán, fue designada para esta misión esencial.
Los años posteriores no estuvieron exentos de cambios y desafíos. Desde la vacante de la plaza de Maquinista Conserje en 1919, hasta el nombramiento del nuevo Director Médico, Aurelio Ferrán Loinaz, en 1920, la Estación Sanitaria quedó de forma pasiva, hasta uno de los últimos registros hallados en 1932.
En 1954, surgió la necesidad de una nueva construcción. La Dirección General de Sanidad convocó a subasta las obras de la Estación Sanitaria Fronteriza y Centro Comarcal de Higiene en La Línea de la Concepción (Cádiz), valoradas en un máximo de un millón cuatrocientas veintisiete mil ciento veintiocho pesetas con dieciséis céntimos. La adjudicación recayó en Don Luis Sierra García. Este nuevo edificio, conocido como Centro de Higiene y Estación Sanitaria Fronteriza, abrió sus puertas en enero de 1957 en el terreno de la antigua Estación sanitaria. La construcción estuvo a cargo de la Dirección General de Sanidad, liderada por el Sr. José A. Palanca. Un mes después, se asignaron 600 pesetas trimestrales para material de oficina no inventariable.
Los registros disponibles detallan una amplia gama de servicios que se ofrecían en el centro, algunos de los cuales continuaron operativos hasta la década de los ochenta. Estos incluían atención en puericultura, maternología, tisiología, oftalmología, otorrinolaringología, laboratorio, odontología, dermatología e higiene social, así como un servicio dedicado exclusivamente a vacunaciones. Además, el Centro albergaba la Jefatura de los Servicios Sanitarios y la Fiscalía de la Vivienda.
A pesar de los cambios, el servicio de vacunaciones se mantuvo en funcionamiento hasta los años ochenta. Más tarde, el edificio se adaptó para albergar diversas oficinas administrativas del Ayuntamiento, entre las que se incluía la de Hacienda.
Comentarios
Publicar un comentario