Anécdotas de enfermeras de La Línea de la Concepción
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Conocer las experiencias de las enfermeras en su lugar de trabajo es, sin duda, fascinante. Si se trata de los hospitales de nuestra localidad, resulta aún más interesante. Por ello, me ha parecido atractivo compartir con ustedes algunas de las escenas que vive nuestro personal sanitario. Para ello, he recurrido al libro de Elisabeth, que recopila diversas experiencias de enfermeras, tanto de nuestra comunidad como de otras localidades.
El Hospital del,SAS de La Línea de la Concepción es un micromundo en el que las enfermeras se conocen entre sí desde que se inauguró, y la gracia con la que cuentan todas sus anécdotas es de lo más andaluz. Para empezar; M. J. S. trabaja en el laboratorio desde marzo del 92, quince años de sus cincuenta y dos.
Un día se me olvidaron las gafas en casa y yo sin ellas no veo nada absolutamente. Como era de noche y no había muchas soluciones, lo intenté con una lupa, pero después llamé a la oculista y me estuvo probando cristales de esos de prueba que tienen en Oftalmología para calibrar las gafas de los pacientes, con las monturas de hierro enormes. A mí me daba igual porque como mucho me iba a cruzar con algún compañero, pero resulta que a las cuatro de la madrugada tuve que llamar al médico que estaba de guardia para que hiciera un sedimento. Yo me había olvidado por completo de que llevaba las gafas; de hecho, del peso, las llevaba torcidas y ni siquiera me había dado cuenta. Cuando el pobre hombre se despertó a esas horas y me vio, se quedó alucinado, yo creo que se escondía la cara para no cachondearse de mí, pero es que yo no caí hasta que me preguntó:
-¿Qué pasa?
- A mí, nada, ¿Por qué?
- Chiquilla, ¡Porque pareces Robocop!
Fuente: Libro anécdotas de enfermeras de Elisabeth G. Iborra

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