El poder de la Navidad Siento una profunda emoción cada vez que me encuentro frente a un nacimiento. Es un sentimiento que me acompaña desde hace años, quizá desde niño, cuando formaba parte de las celebraciones navideñas más entrañables. Recuerdo con nitidez la esperada visita, el día 25, a casa de unos amigos que montaban su Belén cada año. Allí, mientras los mayores charlaban, cantaban, y brindaban con las bebidas típicas de la época—coñac, anís, Licor 43, y ese licor de menta que solían ofrecer a las mujeres con bromas—, yo me quedaba absorto frente al Belén. Durante largos minutos admiraba todas las piezas que lo componían. Era precioso. El caballero legionario Ángel y su hija desplegaban su imaginación cada año añadiendo nuevas escenas y detalles. Tal vez desde entonces nació en mí esa afición por construir mi propio Belén, una tradición que he mantenido, año tras año, montándolo con ilusión cada 8 de diciembre. Aunque es cierto que en los últimos dos o tres años he deja...